De regreso del Bosque Protector Aguarongo, a la altura de la comunidad del Carmen nos orillamos para contemplar al Guagualzhumi (Huahua Zhumi) que, desde este lugar y a lo largo del descenso a Jadán, ofrece la original lectura de “un cóndor levantado el vuelo”, que por el sector repiten como normal y así lo contemplamos largo, a diferencia de la visión desde los miradores del bosque, cual atalaya en el centro del valle y, damos paso a los recuerdos.
No recuerdo, con exactitud, cuantas veces he visitado el mítico cerro, pero sí que son muchísimas; con excursionistas, montañistas e investigadores, con familiares y amigos, con mis nietos, en fin, muchas pero muchas veces; como esa ocasión con Jorge Carvallo y las pasantes americanas que se maravillaron con la artesanía de la totora en Paccha; perdidos en un bosque de gáñales, con su nieto Fabián, buscando la laguna de Quituiña nuestro destino de otra mañana; indagando por la laguna de Cochas y el tradicional “pan de Paccha” que desayunamos en un pueblito como pintado al pie del cerro; turisteando con visitantes nacionales y extranjeros que gustan caminar cerca del cielo; y, desde luego, la primera visita, con Jaime Idrovo, su amena y magistral conversación sobre la historia, arqueología y la tradición cañari del mito del origen; con mi nieto Tomás haciendo lugar natal, recreando lecturas, creando escenarios y entendiendo desde su cima la Cosmovisión Andina, nuestra historia, geografía, tradiciones, mitos y leyendas que aportan a una identidad regional.
Cerro omnipresente en nuestra geografía, desde donde se lo mire, ya sea desde el centro de la ciudad y sus miradores o de cualquier hito del cordón montañoso y santuarios andinos de altura que circunscriben el valle de Cuenca. Entorno amenazado por una concesión minera que despertó las alarmas, hace no mucho tiempo, y que por lo mismo debe estar en la mira y centrar la planificación del gobierno parroquial local e instituciones llamadas a preservar nuestro patrimonio cultural, paisajístico y ambiental. (O)