La utilización de la falsedad en política y en la administración pública es muy antigua, desde de la época de Goebels. Él demostró que una mentira repetida muchas veces es aceptada como verdad.
En Ecuador ha sido común esta forma de «hacer política». En las campañas electorales casi nadie dice la verdad. Los candidatos dicen saber cuál es la situación del país y qué hacer. Ofrecen trabajo para todos, alimentos, elevación de salarios, congelación de precios, combustibles baratos, etc. ¡Qué fácil es ofrecer el paraíso!
Y cuando consiguen el poder gracias a las falsas promesas surge el dilema: decir la verdad y quedar mal o seguir con el engaño. Más fácil resulta continuar la farsa mientras se disfruta de los placeres del poder y los amigos se resarcen de los gastos de campaña puesto que, al fin, «el tiempo vuela». Entonces vienen las mentiras oficiales: es fácil decir que la inflación es menor que la real, ¿qué se pierde con modificar las cifras del desempleo o las de analfabetismo? Se dirá también que la corrupción ha bajado durante esa administración, sin importar que esté vigente, porque la mayoría de hechos sólo se conocerán -si alguna vez- cuando termine el gobierno, y si la prensa descubre algún pillo la respuesta será que se trata de un hecho aislado que no afecta la imagen del gobierno honesto.
Se habla también de austeridad en el gasto, disminución de la burocracia, terminación del “clientelismo” político y del culto a la persona de los gobernantes, de trabajo en bien del pueblo, de gobernar con los mejores elementos sin mirar su filiación. También son lugares comunes de las mentiras oficiales el control de la delincuencia, la moralización de las aduanas, la despolitización de la justicia, la eficiencia legislativa del parlamento, la atención equitativa a todas las regiones de la patria…
Pero la sarta de mentiras no termina con el período de cada gobierno; como una bola de nieve sigue creciendo sin poder detenerse, y entonces se afirma que nunca el pueblo estuvo mejor que durante aquella administración, que la Reserva Monetaria fue la más alta y la inflación la más baja, que el índice de desempleo fue el menor y que la gente vivía feliz. (O)