Al ser uno de los Iluminados las elevados que han venido al mundo, numerosos cronistas escribieron sobre la ejecución y resurrección de Jesús, momentos cumbres de la Iglesia jesucristiana. El mismo Judas —mal llamado traidor, vendido, falso, venal y más epítetos injustos— hizo un sucinto esbozo de su actuación y de lo que vio de aquel memorable hecho religioso. Documento que posteriormente fue convenientemente escondido de la versión oficial que siglos después fundara una religión en su nombre.
Pese a todo en la India, Tíbet y Egipto se atesoran intactos 3 manuscritos únicos de igual número de escritores que atestiguan lo que realmente pasó y que son los más fidedignos, lo que contradice la versión gobernante de que los Evangelios sean los correctos y genuinos.
La crucifixión fue significativo para varias sectas (que ya existían entonces) próximas a Jesús y a su obra y por supuesto para sus cercanos, pero, aunque parezca no creíble, no para los demás; esto es: el imperio que los dominaba, Roma, la Ortodoxia judía, la nación en sí e historiadores contemporáneos que veían a Jesús como a un “agitador” devoto, persona desestabilizadora del orden social establecido que incluía esclavitud y dominio, jerarquía de ricos en pobres, un crítico de las prácticas de la sinagoga, subversivo del pensamiento general ya que las enseñanzas que él daba iban en contraposición a la prédica romana del expolio del poderoso sobre el humilde.
A esto hay que agregar las continuas agitaciones violentas que se dieron en Palestina y que atribuyeron injustamente a Jesús o los apóstoles, por lo que Roma resolvió excluirlo y así evitar más agitación sangrienta. Los mandos militares querían apresarlo al ingresar en Jerusalén, lo que no se dio por estar próxima la Pascua, una festividad judía muy pomposa. Pese a todo lo apresaron en Getsemaní, un huerto donde él sabía conferenciar con pensadores y filósofos.
Dar cara a la verdad, aunque cueste y rechazar la mentira, el egoísmo, la exageración y la irrealidad. (O)