Infierno

Santiago León

Es lo que vivimos los ecuatorianos todos los días. Explosiones de coches bomba, sicariatos, secuestros, cabezas humanas arrojadas a las calles, cuerpos colgados en los puentes, vacunas, extorsiones y, por último, personas envueltas con explosivos. Lo que estamos atravesando es solo una muestra del alcance del narcotráfico.

Es que las bandas se están peleando el dominio de los territorios. Hay cantones o barrios que son manejados por ciertas organizaciones delictivas. Ahí no entra ni la policía. Si un grupo contrario pretende apoderarse de territorio ajeno, de seguro hay una lluvia de bala y plomo. En este país, los criminales tienen armamento capaz de arrasar contra cualquier fuerza del orden.

Y si les hace falta armas, los pillos son más avezados. Ingresan a los cuarteles policiales o militares y se llevan lo que pueden, sin que nadie pueda hacer algo.  El nivel de violencia es tan alto que muchos ciudadanos están armando maletas, para migrar a otros países.

La ola migratoria de los años 90 se repite en el 2023. Antes los ecuatorianos migraban por la falta de oportunidades. Ahora, la cosa es más profunda. Los índices delincuenciales, los vacunadores y el subempleo han sido los detonantes para que muchos dejen el país, en busca de mejores días.

Parece irreal, pero es cierto. En Ecuador es asesinada una persona cada 3 horas. Guayaquil ha sido catalogada como una de las ciudades más peligrosas de Latinoamérica. Las escenas de los asaltos parecen sacadas de los videojuegos más sanguinarios. Y ni hablar de los niños sicarios. De a poco, más menores de edad pasan a formar parte de los carteles.

Como nos vamos a olvidar de alias “Boquita”. Un niño que estuvo involucrado en el asesinato de un policía y a los pocos días participó en el secuestro de una pareja en la capital. Los jueces poco o nada pueden hacer con leyes tan beneficiosas para los delincuentes, que permiten el otorgamiento de habeas corpus a diestra y siniestra. ¡Que vengan días mejores para el Ecuador! (O)