Reputación perdida

Al enmarcar el mensaje de la Cadena Nacional del jueves pasado, en el ataque o “asesinato” a su reputación y su nombre, el Presidente Lasso demostró no entender el contexto social y político que vive el país.  Aunque la comunicación del gobierno intentó cambiar la estrategia y el espacio de enunciación, esta fue percibida como ficticia en el fondo y en la forma.

El mensaje inició reafirmando su inocencia y sus intenciones demócratas por acatar el dictamen de la Corte Constitucional. Hizo énfasis en las descalificaciones a los opositores y en los detalles jurídicos, particularmente los de forma, con los que se intenta acusarle. Hasta ahí se entendían las intenciones, sin embargo el discurso presentó una puesta en escena que resultó poco creíble y que distrajo, tanto por la incomodidad y nerviosismo de los participantes, como por las constantes interrupciones de aplausos que no guardaron lógica con los énfasis que el discurso necesitaba.

Fue tanta la fuerza al “soy”, al asesinato de su reputación, de su nombre, que termina hiperpersonalizando el ataque. Si la idea de la cadena era convocar voluntades para defender la estabilidad, el mensaje se personalizó tanto que el efecto fue contrario.  El juicio -en su opinión- es a su familia, a sus hijos, a su reputación.  Intenta posicionarse como demócrata e inocente, pero omite, de manera imperdonable, la razón de su presencia en Carondelet: la sensibilidad y empatía con quienes lo han perdido todo en Alausí, con quienes temen por su vida en los hospitales, con quienes son envueltos en explosivos o asesinados, ellos sí, en cualquier esquina.

La reputación no se pierde en “juicios articulados por memes”, se pierde día a día cuando no se cumple lo prometido.  (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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