Un presidente de la república puede cambiar a sus ministros cuando lo deseare. Si bien pareciera ser un “puro decir”, siempre habrá motivos de fondo. No suelen transparentarse, escudándose en la consabida justificación: “por motivos personales”, en tanto el gobierno “lo lamenta”.
Pasan casi desapercibidos los cambios ministeriales hechos en estos días de alta tensión política por el presidente Guillermo Lasso.
Lo hizo tras el “sacudón” ocurrido el pasado 9 de febrero, cuyos principales cambios fueron los de ministro de Gobierno y de Secretario de la Administración Pública.
Con no poco asombro, en especial en el mundillo diplomático, el país supo, recién, de la designación de Gustavo Manrique como Canciller en reemplazo de Juan Carlos Holguín.
Manrique, ingeniero agrónomo, especialista en temas medio ambientales, se desempeñada como ministro, precisamente de esta área. Fue reemplazado por su viceministro José Antonio Dávalos.
Si bien es el presidente Lasso quien dicta la política exterior, el nuevo canciller deberá justificar cuan preparado está para desempeñar una función clave. El tema medio ambiental es preponderante; pero hay otros de similar envergadura, entre ellos el del comercio internacional.
Llama la atención el tercer cambio en la Secretaría de Comunicación, una de las áreas más inestables en el gobierno de Lasso. Y es en este ámbito donde más ha fallado, según acaba de reconocerlo.
La politóloga Wendy Reyes reemplaza a Andrés Seminario, tras cinco meses de gestión.
El gobierno -según sus expresiones- minimiza los resultados de las encuestas; toma decisiones con sólo escuchar a la gente, pero sin procesarlas; no se somete a estrategias comunicacionales (si las hay) y no sabe cómo hacerlo. Es más, si hecha mano, como sus antecesores, de métodos “gobelianos” para distraer, el recambio anunciado no será tan efectivo, más allá de la experiencia y hoja de vida de quien lo asume.