A la parroquia Chiquintad se la conoce como ‘ruinas de fuego’. Una de las hipótesis que le atribuye ese nombre es su origen quichua. A un kilómetro de distancia del centro parroquial, está la cascada de San Antonio, uno de sus atractivos especiales que permanece oculta entre la frondosa vegetación.
Ni la lluvia ni la distancia ni la poca promoción opacan su belleza natural. Alimentada por las aguas del río Quintul, esta caída de agua, de unos 15 metros de altura, es un atractivo cristalino poco aprovechado.
Caminado a contracorriente desde el puente que divide los barrios San Antonio y Santa Teresa, en la ‘Tierra de fuego’, el caminante se encuentra con un improvisado sendero que, aunque carece de señalización, el sonido del agua va guiando paso a paso hacia la cascada.
Grandes rocas a los costados del sendero han sido ‘hermosamente adornadas’ por el tiempo que transcurre entre plantas nativas, musgos y líquenes.
Un pequeño puente de madera permite cruzar el afluente de lado a lado. Aunque este no es parte del sendero para llegar hasta la caída de agua.
La lluvia ha dado una tregua la mañana del viernes 31 de marzo. Sin embargo, el lodo se ha tomado el pequeño sendero y ya comienzan a pesar los zapatos. Pero la frondosa naturaleza motiva a continuar sin descanso. Hay una corta cuesta en la que se han improvisado pasamanos para apoyarse durante el ascenso.
El lodo evidencia la cantidad de lluvia que ha caído en el lugar. Hasta este punto son unos 400 metros de caminata. Solo se escucha la ‘voz’ del río Quintul y el ‘palpitar’ de la tierra a cada paso. Las aves trinan más fuerte y ‘los otros habitantes’ (insectos, ranas, grillos) entonan la sinfonía de las naturaleza.
Otro puente, esta vez más rústico, está conformado por dos troncos que sirven para pisar, y dos para simular pasamanos. La sensación de cruzarlo es única, sobre todo al bajar la cabeza y ver como fluyen las cristalinas aguas.
Hasta este punto, ya suman cerca de 600 metros de caminata. Desde el improvisado puente, hay un corto ascenso final que pone a prueba a los noveles escaladores. Este tramo conecta con el sendero final que permite llegar hasta la cascada.
Una vez en la caminera, es posible escuchar con más fuerza la caída de agua. Al alzar la mirada, sendas laderas a los costados del afluente se levantan como murallas divididas por la cascada San Antonio. El último tramo hasta la caída es angosto y hay que transitar con mucha cautela.
Pero es todo para completar el trayecto. El frío del agua es estremecedor, característica de los afluentes que nacen en la reserva natural de la cuenca del Machángara. Solo apta para atrevidos e intrépidos viajeros que gustan de disfrutar de las cristalinas aguas.
Recomendaciones
A 1.3 kilómetros del centro parroquial de Chiquintad, está la entrada a la cascada, por el puente que divide los barrios San Antonio y Santa Teresa, a pocos metros del reservorio de agua de Chiquintad.
Se recomienda visitar la zona con ropa cómoda y abrigada, agua y alimentos. De ser posible, usar zapatos deportivos o todo terreno. Es posible llegar con la familia, pero se recomienda estar atento con los niños por ciertas zonas riesgosas.
Otra alternativa para llegar a la cascada, es avanzar hasta la capilla de San Antonio, y a dos cuadras dejar los vehículos para descender hasta el río. (FCS) – (I)
INFORMACIÓN
Ubicación: sur oeste del cantón
Distancia: a 12 kilómetros de Cuenca
Territorio: 9358,3 hectáreas
Altura: 2.786 metros sobre el nivel del mar
Límites parroquiales son:
Norte: Checa
Sur: Sinincay y Cuenca
Este: Checa, Sidcay y Cuenca
Oeste: San Antonio de Cañar y Sayausí