Si en el antiguo mundo griego y romano la política no sólo que era definida como “la disciplina suprema entre todas las artes y ciencias” (Aristóteles), sino como una actividad noble y superior que se identificaba con la ética, e incluso con la estética.; a partir de la época moderna (que inicia en los siglos XV-XVI) la política aparece como una actividad separada de la ética y de valores espirituales
El primer pensador moderno que define a la política en este sentido es Nicolás Maquiavelo, quien en su obra El Príncipe (1513) señalaba que con el fin de conquistar y conservar el poder político todo medio vale, lo cual implicaba prescindir de cuestiones morales y éticas. El político era descrito por Maquiavelo como un ser habilidoso, capaz de manipular situaciones y con carencia de cualquier escrúpulo; debía buscar apoyos o generar traiciones según las circunstancias; y aunque en realidad no posea virtud alguna, debía simular poseerlas todas.
De esta forma, la política en la modernidad quedaba oficialmente inaugurada como una política maquiavélica y sus actores, los políticos, generalmente la practicarán de esa manera: su única ambición será ganar el poder, sin que importe si para esto hay que ser justo o injusto, bueno o malo, es decir, divorciando la política de la ética. En este marco no sorprende que el culto al ego, el oportunismo, la demagogia, la trampa, el engaño, etc. sean los valores predominantes de la práctica política actual.
Empero, frente a este nihilismo, desde oriente surgirían pensadores y líderes que han buscado dotar a la política de ética y espiritualidad. Así tenemos al actual Dalai lama, incansable luchador por la independencia del Tíbet, o al profeta de la India libre Mahatma Gandhi quién, a diferencia de Maquiavelo, sostenía que “los medios impuros desembocan en fines impuros”. Un profeta que vivió como pensó y que también expresó frases como: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente es el silencio de la gente buena” y “si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”; frase esta última presente también en pensamientos como los de Krishnamurti, para quien los cambios fundamentales de la sociedad sólo pueden tener lugar con la transformación de la conciencia individual. (O)