Veinte millones de dólares le costarán a Petroecuador reubicar en la terminal El Chorillo, provincia del Guayas, las dos esferas de Gas Licuado de Petróleo (GLP), construidas en la Terminal de Challuabamba, en Cuenca, como parte del Poliducto Pascuales-Cuenca.
Esas dos inmensas esferas, cuyo desmontaje durará 510 días, están por colapsar a causa del agrietamiento del terreno donde fueron montadas.
Corrientes de aguas subterráneas, inadvertidas a tiempo por Odebrecht, erosionaron el suelo. Se le ve como si hubiera sufrido los estragos de un fuerte sismo.
Simplemente deben reubicarse. No hay alternativa, so pena de sufrir un desastre de incalculables consecuencias. Así lo ha entendido Petroecuador.
Con la reubicación en la terminal El Chorrillo, el poliducto Pascuales-Cuenca quedará subutilizado, por no decir, convertido en “elefante blanco”. Si ya no la está; pues desde hacía algún tiempo el GLP ya no se almacena en las dos esferas. Lo trasladan a Cuenca en autotanques, vía terrestre, cuyo fracaso es inminente cuando hay paros y deslaves.
Frente a esa disyuntiva, se escuchan voces para impedir la reubicación en otra provincia, cuando bien se puede y se debe hacerla en territorio azuayo.
Es una decisión centralista la de Petroecuador “llevarse” las dos infraestructuras, como en su tiempo, el ministerio de Energía se “llevó” a Quito la Celec pese a las protestas.
Los USD 20 millones –dicen- bien lo puede invertir la petrolera en localizar otro terreno sea en Cuenca o en otros cantones vecinos, aun en la provincia del Cañar.
Una solicitud en ese sentido ha sido enviada a Petroecuador por la asambleísta del Azuay, Diana Pesántez. Pero todos los legisladores de esta provincia preparan un pronunciamiento.
El propósito debe unificar los reclamos. Esto tendrá peso político cuyo golpe debe oírse en Carondelet.
Y este 12 de Abril, en la sesión solemne del Concejo Cantonal es una oportunidad para escuchar la queja ciudadana.