Donde hay justicia, hay paz

Edgar Pesántez Torres

Hay expresiones latinas que son muy citadas en las aulas universitarias, dependiendo de la Facultad en que se estudie. He escuchado unas, leído otras, en la medicina, filosofía y comunicación social. Una de ellas el “Ubi iustitia ibi pax” que, traducida al castellano, dice relación al título de este escrito y que se atribuye a la actividad jurídica, pero que también es acertado a otras de la vida cotidiana.   

En el país no hay paz, ésta ha sido más precaria cuanta más injusticia existe, y aunque parezca tautológico el latinismo, viene al caso en viendo que en el Poder Judicial se dan las más aberrantes sentencias o, simplemente cuando les conviene, se acogen al “laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar). Ejemplificar casos concretos estará por demás, pues, las evidencias por las componendas o tongos relevan de demostraciones: excarcelación de unos, prisión para otros, desentenderse de los violadores de la ley…

Cómo creer en la justicia cuando sus agentes son obsecuentes a superiores o a políticos de marras, quienes son los que verdaderamente dictaminan los casos para que los subalternos rubriquen en reciprocidad a quienes los superiores o a cambio de denarios difícil de probar.  Las sentencias que dictaminan son cómicos en unos casos, epílogos de terror en otros.

No resulta sencillo, si se llega a la autoconciencia, mantener una tribuna que lo lean para la crítica a favor o en contra, defendiendo posiciones de justicia. Claro que a cualquiera le gusta el halago y aplauso cuando se asiente en sus veredictos, pero no cuando se escribe con ponderación y honestidad, ahí es cuando se es despreciado e insultado por los corifeos del sistema. Para ello, necesitamos vencernos y no caer al foso de la ignominia. 

En los días que corren los ecuatorianos estamos salivando hasta la deshidratación con tanta facundia de especialistas del derecho, desde constitucionalistas hasta penalistas pasando por el resto de especialidades, mientras en la otra orilla está un enjambre de burócratas que hacen lo que les dictan los caudillos del sistema o bajo presión de minorías de corbatín o poncho, sin importar lo que la razón y la ley reclaman, así que sus fallos sean condenadas por sus mismas conciencias.

Mientras el Poder Judicial se mantenga tal como está, los espíritus inclinados al mal, cobijados bajo los atuendos de chalet o poncho, seguirán haciendo de las suyas e incentivando la delincuencia de todo orden.  (O)