¿Lasso, en el foso de los leones?

Jorge L. Durán F.

Hace tiempos que el banquero presidente como lo llaman algunos de sus malquerientes de izquierda y de derecha está en el foso de los leones.

Con su fallo dividido, la Corte Constitucional se dio modos para, de una vez, echarlo al foso, ese foso donde todo huele mal, excepto para los leones que, habiendo borrado sus propias demarcaciones, quieren compartir esa presa.

Esos sabios del Derecho -eso se supone que son- consideraron que Lasso no cometió los tres pecados de los cuales le culpan quienes quieren engullirlo. Solo uno, dijeron en su sentencia salomónica o al estilo Pilatos, y el menos malo. Esto, ellos no lo esperaban ni en sueños. No estaban preparados ni parecen tener pruebas contundentes.

Contrario a Daniel, el personaje bíblico, Lasso está dispuesto a dar pelea a sus leones. No le queda otra, también.

Si los siete leones de los que nos habla el relato religioso no devoraron a Daniel, fue por intermediación divina, aquellos que esperan papearse al presidente necesitan sumar 92 melenas, es decir 368 caninos. Y todo mediante un juicio político, en el cual lo único que valen son los votos; nada más. Lo demás son tiros de bombarda en busca de nuevos planetas.

Y en eso están. En eso andan. Dicen que algunos se echarán para atrás; otros se quedarán tras las vallas del foso; otros querrán que la víctima viva los pocos años de vida que le quedan en el poder.

Dicen también que el presidente tiene en sus manos un arma escondida. Bien la puede sacar y mandar a la madriguera a toda la leonera en su contra, y de la cual no volverán nunca o lo harán con los rabos entre las piernas.

Los únicos seguros que ansían el festín son los leones que responden a un reyezuelo bigotudo, aquellos que le deben lealtad a un reyezuelo mameluco, y quienes dependen de un reyezuelo de los páramos. Son los “triameses” de la época, unidos por sus posaderas.

Tan pero tan hambrientos están que dicen que para devorar al banquero le echarán otros dardos paralizantes, incluyendo aquellos dos que los sabios de la Corte no los aprobaron, porque fueron expuestos a medias y con claras muestras de supina ignorancia.

Si siete leones no devoraron al profeta Daniel, veremos si los susodichos reyezuelos reúnen 92 felinos para engullirse a Lasso y con eso tomarse la selva tricolor; o si este, una vez más, sale libre del foso en el cual se defiende “como gato panza arriba”.

Daniel tuvo a Dios de por medio. ¿A quién tiene Lasso para salvarse? (O)