Más de dos semanas después del gigantesco alud que sepultó parte de Alausí, la angustia y el dolor crecen entre los vecinos de esta población, donde ya se han recuperado 36 cuerpos pero aún se espera hallar 52 más, en medio del temor de que la montaña vuelva a venirse abajo.
Desde que el deslizamiento de tierra arrasase con al menos 57 casas en la noche del domingo 26 de marzo, la titánica labor de rescate no ha cesado ni un sólo día.
El avance es lento ante el descomunal tamaño del desastre que alcanza una extensión de más de 24 hectáreas y que cubrió incluso el estadio municipal de fútbol.
Debajo, en algunos casos bajo varios metros de profundidad, se encuentran todavía familias enteras que desaparecieron abruptamente bajo una masa ingente de rocas y tierra caída de manera repentina sobre ellos.
Una de esas familias son el esposo y los cuatro hijos de María Juana Mishqui, una mujer andina que de un día para otro se quedó sola y ahora ruega ayuda para lograr ubicarlos.
«Yo vivía en la casita con mi esposo y mis cuatro hijitos. Los sábados íbamos al campo y ahora yo me he quedado solita», dice a EFE Mishqui entre lágrimas y sollozos.
«Los he buscado desde ese día que desaparecieron, pero no hemos podido con picos porque la profundidad de la tierra es tremenda», explica la señora, que aguarda a que las maquinarias que remueven la tierra puedan llegar a la zona donde se encontraba su casa, pero «son más de 15 días y aún están lejos».
«No estamos tranquilos»
En una situación muy similar está Narcisa Quiroz, que cada día que pasa se despierta a la espera de encontrar a sus sobrinos, a la madre y los abuelos de estos, y al hijo de uno de ellos.
«Es lo que esperamos desde el primer día que pasó esto. Hasta hoy no estamos tranquilos. Queremos recuperar los cuerpos y darles una cristiana sepultura. No estaremos tranquilos hasta que los rescaten», afirma Quiroz, que lamenta las informaciones contradictorias en los días previos a la tragedia.
Si bien las señales de un inminente desprendimiento de la montaña estaban desde finales del año pasado, con la aparición de grandes grietas en la parte alta que afectaron incluso a una carretera, no todas las familias alcanzaron a evacuar la zona a tiempo.
Mientras, Juan Quinche, otro vecino de Alausí que ha perdido a diez familiares, agradece el apoyo de las brigadas de centenares de policías, militares y bomberos que realizan los trabajos de rescate, pero reclama más maquinarias para acelerar las tareas.
Alerta naranja
Y es que a la tensa y agotadora espera de los familiares de las víctimas que aún no han sido recuperadas se suma ahora el miedo a un nuevo corrimiento de tierra.
La existencia de más grietas y el ingreso de agua a la masa de tierra deslizada producto de las lluvias y del colapso de la infraestructura sanitaria hacen el terreno verdaderamente inestable.
Por eso, desde esta semana la Secretaría General de Riesgos de Ecuador ha elevado la alerta de amarilla a naranja por la posibilidad de nuevos desprendimientos de la montaña en un área de unas 214 hectáreas que comprende la llamada «zona cero» y también otros cinco barrios aledaños.
Uno de esos barrios es Control Norte, cuyos habitantes han sido evacuados, entre ellos Elizabeth Morocho, que esporádicamente acude a revisar su vivienda.
«El barrio está en riesgo. Yo vivía en la parte de atrás y nos hicieron salir de ahí porque no hay ni agua ni luz. Dicen que posiblemente se venga abajo la montaña, lo que queda por bajarse», comenta a EFE la vecina, que reclama ayuda a las autoridades para una reubicación.
Centenares de desplazados
La mayoría de los afectados de este barrio se encuentran alojados en casas de amigos o de familiares en varios otros puntos del país, como es el caso de la abuela de Morocho, de 97 años, que fue llevada al municipio de Durán, en la zona costera del país.
«No se puede estar tranquilo ni tampoco vivir en paz así, y muchas son personas que han vivido años en este barrio. Mi abuelita quiere regresar a su casa a vivir«, señala.
En total son más de mil damnificados y cerca de cien permanecen en dos de los cuatro albergues temporales que se habilitaron en el municipio.
Así, en Alausí todavía se ve muy lejos recuperar la tranquilidad y normalidad que la montaña se llevó por delante en este pueblo catalogado como «mágico» por su historia y leyendas, y conocido turísticamente por la «Nariz del Diablo», uno de los pasos ferroviarios de montaña más emblemáticos de Suramérica. EFE