Esta semana se celebra el día internacional del libro, ese objeto amado y extrañado por tantos que acariciamos en papel y conservamos en la memoria. El compañero en los aeropuertos cuando no existía el celular, el arma de doble filo para defenderse de los mediocres, el calorcito en la almohada cuando al filo de la noche llega el sueño y nos impide seguir en la trama, aquel que obliga a soltar una carcajada en medio del silencio y que pesa toneladas en la maleta pero prefieres el dolor de espalda que dejarlo donde lo encontraste; el libro bebido desde el placer de la primera sílaba y que regresa una y otra vez a visitarnos; ese objeto que te convence que los poetas siguen vivos y los amigos entrañables te acompañan en mitad de tus saudades y soledades; el libro que te obligó a crecer, metido bajo el brazo, hundido en la cartera entre esferos y perfumes. ¡El libro autografiado! conservado en la biblioteca y el libro robado, ese que nos trae una sonrisa y una lágrima. Compañero inseparable de aventuras, amigo que nunca falla, sabio escudo en contra de los tiempos del desprecio. ¡Ah, si las palabras sólo resplandecieran! decía mi Maestro y es así como su luz todavía ilumina nuestro sendero en cada párrafo, esas huellas siempre estrenadas piel adentro. El libro en papel que nos espera. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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