Igual que en la antigua China o el Imperio romano, muchos de los templos y edificaciones mayas siguen en pie miles de años después de su construcción. Pero ¿cómo han logrado soportar el paso del tiempo y el duro clima tropical?, pues, según parece, copiando a la naturaleza.
Recientes investigaciones han descubierto que los constructores de la antigua China, usaban morteros de cal de arroz pegajoso y que, los romanos, grandes maestros de la ingeniería y la construcción, mezclaban cal con ceniza volcánica del Vesubio para fabricar un hormigón de gran durabilidad.
Todos ellos hicieron lo mismo: añadir calor, agua e ingredientes naturales a la piedra caliza para producir morteros de cal excepcionalmente duraderos y emplearlos en estructuras que han sobrevivido milenios.
En el caso del imperio maya, algunas hipótesis decían que fabricaban un mortero similar al cemento romano, y otras, que los mayas empleaban cortezas de algunas plantas para obtener un material de una resistencia extraordinaria.
Hoy, un estudio dirigido por el catedrático del departamento de Mineralogía y Petrología de la Universidad española de Granada (UGR) Carlos Rodríguez Navarro, demuestra que el material ligante a base de cal desarrollado por los mayas para construir tempos y bajorrelieves en Mesoamérica (Yucatán, Guatemala, Honduras y el Salvador) contenía savia de dos plantas endémicas del continente: el chukum y el jiote.
Para hacer el estudio, cuyos detalles se publican este miércoles en la revista Science Advances, el equipo recogió muestras de enlucido de cal y estuco del antiguo yacimiento arqueológico maya de Copán (Honduras), de entre 540 y 850 a. C., y analizaron sus propiedades.
Para el análisis, el equipo utilizó técnicas de alta resolución como microscopía electrónica de transmisión (TEM) y difracción de rayos X de alta resolución usando radiación sincrotrón.
«Identificamos restos de este tipo de compuesto orgánico en el estuco, lo replicamos en el laboratorio y obtuvimos un material con las mismas características y las mismas propiedades fisicomecánicas que los antiguos morteros maya, y demostramos que los mayas usaron esta tecnología para fabricar el material ligante de sus construcciones», explica a EFE Rodríguez Navarro.
El proceso es simple: «Al sumergir las cortezas del chukum y del jiote en agua, sueltan una sustancia rica en polisacáridos».
Ese jugo, cuando se mezcla con la cal y la arena para hacer el mortero, «aporta a la mezcla unas propiedades fisicomecánicas y químicas extraordinarias, que le permiten aguantar fuerzas mecánicas de una forma espectacular y que le hacen muy resistente a la disolución química del agua de la lluvia, por ejemplo», añade el investigador.
Y es que ese jugo orgánico, unido al carbonato cálcico, transforma la mezcla «en un material extraordinariamente resistente parecido a los biominerales como la calcita o el carbonato cálcico que encontramos en las conchas de un mejillón -por ejemplo-, que son muchísimo más resistentes que el mismo material creado por precipitación inorgánica, es decir, cuando no hay un ser vivo que genera ese carbonato cálcico», señala.
Ese fue el secreto de los mayas: imitar a la naturaleza para generar un material con unas propiedades mejoradas y extraordinariamente resistente -como la concha de un molusco o la púa de un erizo- de forma artificial, lo que se denomina biomimética, una tecnología que desarrolla nuevos materiales copiando a la naturaleza.
El hallazgo podría ser útil para la conservación del patrimonio y la creación de materiales de construcción sostenibles.
«En muchas restauraciones de monumentos o edificios históricos se ha visto que el uso de materiales y cementos actuales no es compatible con las estructuras antiguas pero este material podría ser una alternativa para la reparación artística de monumentos. Las posibilidades son enormes», concluye el investigador. EFE