La Cuenca tradicional solía caracterizarse por un sistema de organización social en comunidad, en el que la responsabilidad del cuidado del otro era fundamental para la supervivencia individual. Esta forma de vida, narrada por los abuelos en las reuniones familiares, ha ido desapareciendo con la misma velocidad con la que la ciudad se ha desplazado hacia la periferia. El culto a la privacidad, el encierro y la búsqueda del refugio interno, sin importar lo que suceda en la vereda, mucho menos en la calle o en el parque, ha provocado que las noticias sobre Turi, el Vecino o El Vado, sean percibidas como titulares de otros mundos. Sin embargo, esta realidad parece haber llegado a su fin.
En la actualidad, los barrios han reconsiderado su rol en la ciudad y han vuelto a la organización en comunidad. Esta iniciativa propia surge motivada por la desatención y la inseguridad que se observa en otras ciudades como Guayaquil o Esmeraldas. La ciudadanía ha percibido que la única opción viable para prevenir la delincuencia es la organización y la cooperación en la protección de sus comunidades.
Las manifestaciones ciudadanas de las últimas noches no son gratuitas. Periodistas han publicado, desde fuentes como la misma Fiscalía, que en el último año se han presentado más de 2 mil robos, muchos de ellos en las casas y calles consideradas “seguras”. Ante la insuficientegestión en seguridad y vigilancia, a los barrios no les queda otra opción que la calle para llamar la atención de las autoridades y amedrentar a quienes visitan los barrios con intenciones vandálicas. Sin embargo preocupa queestas reacciones ciudadanas puedan convertirse en peligrosas. La acción de la masa, cuando se pierde el control, puede llegar a ajusticiar a quien, en un Estado de derecho, debería tener acceso al debido proceso.
La organización barrial es, a pesar de todo, un indispensable antídoto ante la inseguridad. Una ciudadanía organizada, activa y alerta de lo que pasa en su comunidad es la primera línea de protección para prevenir y proteger ante la entrada de quienes tienen intenciones de delinquir. No obstante, esta organización necesita contar con el acompañamiento de las fuerzas del orden, un poder judicial eficiente y una política pública de seguridad adecuada que pueda prevenir que la justicia sea tomada por mano propia. En definitiva, no se trata de ser una tierra de nadie, sino que el espacio ciudadano sea seguro para todos y todas.