El juicio político al presidente de la República ha sido, desde su inicio, un sainete. Se ha violado trámite, procedimiento, aclaraciones e incluso, no ha existido prueba conducente a establecer la responsabilidad por la que se le acusa al Ejecutivo como delincuente de peculado. Tal cual se advirtió. Todo es supuesto. Presunciones de la presunción.
Entonces, los asambleístas han emprendido ahora una tarea por apartarse del juicio político. Desgranándose. Algunos por sensatez, y otros, por escasez. Por sensatez, quienes tienen a su cargo la responsabilidad del obrar bien. También de aquellos que se han dado cuenta que el sainete ha estado lleno de violaciones procedimentales y razón. Que ha sido una consigna de sacarle al presidente, antes que de hacer las cosas bien. Sensatez, además, de aquellos asambleístas que entienden que el juicio político por peculado está caído, no hay prueba ni relación que suponga que el presidente es un delincuente.
Por escasez también. Hay asambleístas que no han llegado aún a la sensatez, pero que sí les toca pensar en ellos. En su patrimonio e interés. En su escasez. Expliquemos. Algunos asambleístas tampoco siguen apoyando al juicio político, porque se han dado cuenta que el Ejecutivo -en cualquier momento- de conformidad con las causales de la Constitución, puede activar la denominada muerte cruzada que produce la inmediata disolución del Parlamento. Aquello implica que todos se vayan a sus casas ipso iure. Ese momento. Inmediatamente por orden constitucional. Esto es que los asambleístas -que estaban prósperos- pierdan su remuneración y beneficios proyectados por al menos dos años más.
La sensatez de algunos y la escasez de otros, ha puesto al juicio político en la cuerda floja. Caído. Así, por sensatez o escasez, terminaremos viendo a una Asamblea Nacional que haga lo que la Corte Constitucional no alcanzó a hacer. Frenar al sainete del juicio político. (O)