Corea del Sur entrena para rastrear el próximo virus supercontagioso
Con la crisis de la Covid-19 aún no resuelta, los investigadores epidemiológicos surcoreanos, cuyo rol durante la pandemia ha sido unánimemente alabado, entrenan ya con intensidad para poder seguirle el rastro al próximo virus altamente contagioso que aparezca.
Pese a los avances tecnológicos -en Corea del Sur el seguimiento del GPS de los móviles fue fundamental para trazar rutas de contagio al inicio de la pandemia-, el rastreo de contactos sigue requiriendo de un trabajo presencial basado en agotadoras y exhaustivas entrevistas con contagiados.
También del uso de matemáticas y estadística para tratar de predecir el comportamiento de un patógeno y su impacto en la salud pública.
Lo subraya Lee Sang-won, director general de planificación para emergencias de salud pública de la Agencia para la Prevención y el Control de Enfermedades Contagiosas de Corea (KDCA) durante un taller celebrado en su sede en Osong (107 kilómetros al sureste de Seúl) para mostrar a los medios cómo trabajan.
Los 107 investigadores epidemiológicos del KDCA y otros 500 rastreadores de autoridades locales no han cesado de trabajar en los últimos años, ya fuese investigando brotes como el de Hepatitis A de 2019 o el de MERS-Cov, que en 2015 aterrorizó al país asiático dejando 38 muertos.
Así hasta la llegada de la Covid-19 en 2020, donde el equipo deslumbró al mundo con su capacidad de rastreo al detectar casos como el de la paciente surcoreana 31, una seguidora de la secta cristiana Shincheonji a quien se vinculó con más de 1.100 contactos.
Las entrevistas con ella resultaron clave para evitar que el brote -que provocó de manera directa unos 5.000 contagios- fuera a más y demostraron la importancia del rastreo, que permite, además de entender mejor cómo se contagia el virus para determinar las situaciones de mayor riesgo, establecer a quién hay que priorizar para someter a tests, muchas veces escasos al inicio de una epidemia.
El departamento de Lee estaba preparado entonces para lo que vino -apenas días antes de que el SARS-Cov-2 fuera secuenciado por primera vez el 31 de diciembre de 2019 la plantilla realizó un ejercicio de simulación basado en una «enfermedad X» causada precisamente por un coronavirus- y sigue trabajando para estarlo cuando llegue el próximo virus altamente patógeno.
«Hay dos razones para pensar que habrá más pandemias. Por un lado, el contacto con animales salvajes, especialmente en África y otras regiones, es cada vez mayor y por ello lo es también el salto de virus a humanos. Por otro, el mundo está cada vez más interconectado y eso ayuda a expandir enfermedades muy rápido», explica Lee.
Cada investigador en Corea del Sur debe realizar un curso de dos años en el que estudia teoría epidemiológica, escribe artículos académicos y tesinas y realiza trabajo de campo, del cual las entrevistas son clave.
«Algunos infectados se enfadan al recibir las mismas preguntas una y otra vez, primero de médicos y luego de investigadores. Por eso es fundamental establecer una relación amistosa. Es importante explicar por qué estás ahí, preguntarle al paciente cómo se encuentra, recordarle que la información obtenida es confidencial…», cuenta Park Yong-jin, exdirector de investigación epidemiológica del KDCA.
Es también importante «recordar que esto se hace para proteger a los demás, que no se trata de un sistema de vigilancia o castigo para aquellos que se infectaron», explica Park antes de un taller para que los medios vean cómo son estas entrevistas.
Los periodistas deben de interrogar a un contagiado -interpretado por un estudiante de investigación epidemiológica- para averiguar cómo y a quién ha podido infectar -«con un nuevo coronavirus hallado en marzo de 2027», según el guión- pero se topan con el enfado del entrevistado y en 15 minutos apenas logran información alguna.
En un caso real, una entrevista así se haría con traje EPI, por lo que también se enseña el complicado proceso de usar uno.
Con la protección puesta a los periodistas se les esparce sobre el traje un agente cuyos restos detecta la luz negra.
Todos siguen estrictamente el protocolo para quitárselo y evitar quedar contaminados pero ninguno lo logra; la lámpara ultravioleta revela restos del supuesto virus en el pelo, la ropa o incluso los cordones… EFE