La invasión rusa a Ucrania no solo se trata de una de las mayores crisis humanitarias que vive la población mundial, por los civiles fallecidos, los heridos atendidos, así como los millones de desplazados que ha provocado, sino por sus efectos en la calidad del aire, agua y pérdida de biodiversidad.
En un artículo de “Science of The Total Environment”, se recoge que, el daño sufrido por los bombardeos de las infraestructuras industriales y comerciales trae como consecuencia la contaminación de las fuentes de agua. Lo cual se suma a la escasez de agua y servicios sanitarios a causa de la destrucción de las ciudades. Además, por cada ataque, a más de la destrucción física que se genera, la calidad del aire disminuye, así como los riesgos de escape de material radioactivo son elevados.
No hay que olvidar que, en algunos ataques se usan los incendios forestales como método de combate, lo cual genera deforestación y la consecuente pérdida de biodiversidad. Aquí surge la idea de la reforma del Estatuto de Roma, instrumento clave para el ejercicio del Derecho Penal Internacional, por parte de la Corte Penal Internacional, a través de la inclusión de un nuevo tipo penal como el “ecocidio”. El cual la doctrina empezó a utilizarlo desde el siglo pasado en la guerra de Vietnam, y lo define como: “…un daño masivo y destrucción de ecosistemas: daño severo a la naturaleza que es generalizado o de largo plazo.”.
De manera concreta, con los recursos hídricos, los expertos sugieren que, el despliegue militar, la construcción de trincheras, entre otras, están afectando a uno de los suelos más fértiles, Chernozem, situación que pone en jaque a la seguridad alimentaria mundial (producción del 50% de aceite de girasol y 10% de trigo a nivel), así como a la falta de acceso a las reservas del agua al verse estas contaminadas, y por ende a la salud humana.
Según lo sugiere la prestigiosa revista “Nature”, la mayor parte de la infraestructura hídrica ucraniana (presas, embalses, canales de distribución, etc.), se encuentra en la zona este y sur, es decir, aquella que se encuentra invadida por tropas rusas. La publicación advierte que la contaminación derivada de los cuerpos hídricos ucranianos puede expandirse a través de las cuencas transfronterizas, así como al Mar Negro, de Azov y Báltico.
Si comparamos el sufrimiento humano y la destrucción que ha traído el conflicto en Ucrania, con los impactos en el ambiente, los segundos podrían entenderse como secundarios. Sin embargo, existe una relación estrecha con la salud humana, el mantenimiento de la biodiversidad y la protección de los ecosistemas que hacen que la comunidad internacional deba tomar medidas inmediatas en esta materia. (O)