En la ciudad y en otras aledañas, se han instalado carteles que advierten a los maleantes, sobre el castigo que recibirán de parte de la población a la que afecten. Muchos barrios se han organizado para realizar labores de centinela y algunos para convertirse en “justicieros”.
Esto es un síntoma inequívoco de la descomposición a la que hemos llegado como Estado. La gente, frente a la inacción, desidia y/o corrupción de las autoridades, pretende ir incluso más allá de lo que establecía la ley del talión, haciendo “justicia por mano propia”.
No son hechos aislados, ni simples amenazas disuasorias. Son gritos de auxilio que no pueden normalizarse.
No se ve respuesta del gobierno ni de las entidades de seguridad ciudadana y orden público. La policía no está en las calles, no nos brinda protección. La sensación generalizada es que estamos a la buena de Dios.
¡Basta de excusas! La población espera respuestas y atención a sus demandas de seguridad, en ellas no cabe el ármese y defiéndase.