Rincón de Cultura
Parafraseando a Alberto Cortez, bien podría decir “Cuando una amiga se va, queda un espacio vacío”, pues la pérdida de un amigo o de una amiga es un dolor igualmente grande.
Pamela Idrovo tenía 45 años, y yo 76, pero llevábamos una buena veintena de amistad, desde el día en que vino con Pablito Carrasco, su esposo, a decirme que estaban trabajando con Patricio Montaleza en su película MEA CULPA.
Ella hacía de niña rica y sabían que yo acepté el papel de pastor evangélico. Que les parecía que, si me cambiaban el pelo a rojo, sería más impactante. De nada valieron mis peros.
Ella dijo que simplemente era cosa de un poco de spray de color, que podría quitarme con agua caliente y champú. Llegó el día de la filmación. Refunfuñando, acepté el maquillaje capilar; un poquito más, solo un poco, ya termino; asumía los gajes de mi vieja afición actoral, y cuando me di cuenta, era pelirrojo.
Pamela salió volando de mi oficina del Banco Central, pues en sus dependencias culturales se iba a filmar la obra, gritando, “en diez minutos le esperamos”. Filmamos, repetimos, grabamos de nuevo, terminamos.
Le pregunté cómo haría para quitarme esa cosa. “Muy simple, dijo, le traje jabón de lavar la ropa, con eso y con agua tibia, le sale todo”, y desapareció. Un exalumno que asistía a la filmación, me ayudó. Algo salió.
Esa noche la ciudad le rendía un homenaje público a Mario Jaramillo, salí corriendo, medio arreglándome un poco. Algunos me miraban de modo raro. Al terminarse el acto fui a la casa. Hubo un grito familiar unánime: ¡seguía pelirrojo!
Este caótico inicio fue, sin embargo, el de un hermosa y sólida amistad, qué en los años de colaboración con la pareja, que registraba los actos culturales del Festival de la Lira, se hizo, profunda y fraterna.
Ahora queda ya solo el recuerdo, la tristeza y el vacío. Volviendo a las palabras de Cortez: Cuando un amigo se va / se queda un árbol caído, / que ya no vuelve a brotar, / porque el viento lo ha vencido.
Sí el viento de la muerte ha vencido a este gran árbol, que por desgracia no brotará más; pero queda su sombra en el recuerdo viviente de su obra; queda la sonrisa en el gesto amable y amoroso de sus hijos, su Pablo, su familia; queda su esfuerzo permanente y su alegría que no terminaban jamás. ¡QUE DIOS ESTÉ CONTIGO PAMELITA! (O)