“A mí me pegaron y estoy bien” es una frase que escuchamos con frecuencia para justificar el uso de castigo físico hacia niños y niñas.
Sin embargo, en una investigación realizada por la PUCE Quito, encontramos que los adultos que recibieron castigo físico en la niñez, aunque afirman “estar bien”, recuerdan con mucho dolor y resentimiento estas vivencias.
Ser golpeado por los padres, incluso si éstos tienen buenas intenciones, es una experiencia tan desbordante para la mente infantil que ésta se obliga a crear explicaciones que banalizan o idealizan el castigo físico para así tolerar el dolor emocional. Años después, los efectos de esta dinámica afectan negativamente la salud mental del adulto.
Así que tal vez, quienes recibimos castigo físico en la niñez no estamos tan bien como quisiéramos creer. Que esta reflexión sea un primer paso para sanar y abrir la puerta a formas más respetuosas de criar. (O)