Tensión política
La permanencia de Guillermo Lasso en el poder dependería de cuatro votos. Esto templa más la cuerda de la tensión política en el país, cuyos extremos los sostienen sus opositores y su débil bloque legislativo con el apoyo de unos pocos asambleístas.
A juzgar por la votación obtenida por Virgilio Saquicela para reelegirse como presidente de la Asamblea Nacional, 96 en total y fuera de todo pronóstico, la suerte política de Lasso estaría echada.
Inicialmente, la oposición decía contar con 88 votos seguros para censurar y destituir al presidente, restándole sólo cuatro para obtener los 92 necesarios.
El rumbo de esos cuatro votos es la incógnita; y para obtenerlos, sea por la destitución o para la continuidad de Lasso, las negociaciones deben de estar en su punto máximo, en política, legítimas de alguna manera, menos sin son a cambio de.
Esa tensión, además está alimentada por la posibilidad de la muerte cruzada. Para el gobierno debe ser desesperante no saber el destino de aquellos cuatro votos, o si la votación obtenida por Saquicela lo dice todo.
Optar por aquel mecanismo, si bien sujeto al control constitucional, sería antes de conocer la votación en la Asamblea. Todo un dilema.
Empero, el país necesita, de una vez, el desenlace de esta situación, creada hace dos años por el socialcristianismo y el correísmo a cuya alianza – en teoría, contra natura-, aparentemente se adhieren otros bloques legislativos, el de la ID por ejemplo.
Esa alianza, al margen del destino del presidente, tiene ahora más cuerdas para seguir acorralando a sus adversarios, empezando por nombrar a las autoridades de control, desde el Consejo de Participación Ciudadana, bajo sus hilos.
El Ecuador no puede seguir en esas tensiones. Ya las tiene suficientes a consecuencia de la inseguridad, por los fenómenos naturales y los problemas sociales.
Está claro: en un juicio político se imponen los votos; nada más. Pero este juego de ruleta debe terminar.