La ciudad japonesa de Hiroshima ha comenzado a blindarse con un despliegue policial récord para la celebración de la cumbre de líderes del G7 que tendrá lugar durante tres días a partir del próximo viernes, con el intento de atentado contra el primer ministro nipón Fumio Kishida hace un mes aún presente.
Unos 24.000 agentes serán destinados a la ciudad del oeste del archipiélago japonés, una cifra nunca antes vista para un evento fuera de la capital y que supera en mil el número de efectivos que se destinó a la anterior cumbre del grupo celebrada en Mie en 2016.
Las autoridades locales han comenzado a vigilar ya la ciudad y planean reducir a la mitad el tráfico durante las tres jornadas de reuniones para facilitar el movimiento de los dignatarios y minimizar potenciales altercados mientras en el país se respira un ambiente de cierta paranoia que ha dejado ya varias anécdotas.
UNA SEDE CONVERTIDA EN FORTÍN
La sede principal de esta cumbre de líderes del G7 es el Gran Prince Hotel Hiroshima, un lujoso hotel ubicado en la isla de Ujina, a cinco kilómetros del centro de la ciudad, a la que sólo se puede acceder a través de una única carretera o por vía marítima.
El acceso al puente que conecta la parte continental de la ciudad del oeste nipón con la isla permanece vallado desde el pasado 15 de mayo, momento en el que comenzó a restringirse el acceso en preparación de la cumbre que tendrá lugar entre los días 19 y 21.
La zona permanecerá precintada hasta el domingo, última jornada de reunión, al igual que las restricciones de tráfico a gran escala por toda la ciudad, con el objetivo de facilitar el desplazamiento de los líderes de Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, Estados Unidos y Reino Unido, y de las potencias y organismos internacionales también invitados.
Las autoridades niponas pretenden reducir a la mitad el flujo diario de tráfico urbano, para lo que se ha instado a las empresas a practicar teletrabajo o dar vacaciones sus empleados.
Impedir la entrada por tierra al lugar de la sede es relativamente fácil, pero la vigilancia por mar será clave.
Las aguas del mar interior de Seto que bañan la isla de Ujina están salpicadas de islotes. Para evitar puntos ciegos, las autoridades niponas han realizado simulacros para controlar embarcaciones y actividades sospechosas.
También se impedirá el acercamiento de drones a la zona mediante el bloqueo de ondas de radio, algo habitual en estas ocasiones.
Las consignas públicas y las papeleras en torno a las estaciones neurálgicas de la ciudad también han sido selladas para evitar atentados. Junto a Hiroshima, las fuerzas de seguridad han aumentado su presencia en la capital, Tokio.
Este despliegue está también estrechamente relacionado con el intento de atentado contra el primer ministro Kishida el pasado 15 de abril durante un acto electoral en el que un espectador arrojó un artefacto explosivo de fabricación casera.
El mandatario salió ileso, pero el episodio, acaecido tras el asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe en julio del año pasado en un mitin en plena calle, y también con un arma casera, ha generado cierta histeria colectiva y se han multiplicado los avisos de objetos sospechosos.
NERVIOS A FLOR DE PIEL
Son varias las ocasiones en semanas recientes en las que las fuerzas de seguridad han cerrado entera o parcialmente algunas estaciones o comercios por el hallazgo de objetos abandonados.
El pasado 25 de abril un centro comercial que conecta con la estación de Hiroshima fue evacuado y la estación cerrada tras el hallazgo de una bolsa abandonada en un baño que motivó el despliegue de una unidad de artificieros.
La bolsa contenía comida y un periódico y resultó ser un simple objeto olvidado, pero paralizó temporalmente las operaciones ferroviarias desde la estación.
Más recientemente, el día 15 de este mes la detección de una bolsa de plástico que contenía un líquido rojo causó una conmoción en la estación de Yokohama y llevó a la movilización de un equipo de la unidad de peligro biológico. El líquido resultó ser mermelada de fresa. EFE