En las últimas semanas el país estuvo abocado a mirar una penosa, sistemática, y yo diría, indelicada serie de acciones y contracciones conducentes a desestabilizar, burlarse de los ecuatorianos y saltarse el respeto a la Constitución y ordenamiento jurídico. Lo dijimos desde temprano momento.
El influjo psíquico volvió a operar y las mañas del todo o nada se hicieron presentes. Expliquemos. Cuando se tienen actores políticos -servidores públicos- que se distancian del cumplimiento de su máximo deber: tutelar el bienestar colectivo y cuidar del Estado; entonces, ya no se está en una vida democrática y republicana, menos en un respeto al orden constitucional, pues todo se ha volcado a sus márgenes.
La extinta asamblea no representaba a nadie. Únicamente a sus propios acólitos y deseosos de hacerse con el poder, quienes ya ni cuidaban las formas. Se inventaron un sainete de juicio político desestabilizador. Con apariencia golpista y no jurídica. Sacaron a relucir sus ideas de que el juicio era político y no jurídico, desconociendo el nacimiento en el siglo XIV del denominado impeachment británico que llevó la facultad jurisdiccional al Parlamento retirándola de los jueces del monarca. Vimos repetidas ilegalidades, saltos de normas y plazos, inventos en el camino e interpretaciones antojadizas, lamentablemente, acompañadas de llamados profesionales de fijaciones, egos y ambiciones.
El país no importaba. Exclusivamente sus deseos, las de ellos, de los apetitos e intereses personales y de grupo. A la borda el Ecuador y su progreso. Entonces, los constitucionalistas serios y honestos del país, teníamos la tarea ineludible y ética de orientar los caminos a seguir, cuidando a lo que estábamos llamados a cuidar: el orden constitucional; sin ser cachiporreros de normas y de supuestos, sin hacer el juego a los intereses protervos.
Los ecuatorianos, el Ecuador, no se merecía a esa asamblea fenecida. ¿Tanta puede ser la miopía y desconexión de los honorables? Ahora el país requiere urgente de manos y voces que respeten a los ecuatorianos, que respeten al orden constitucional, porque el show terminó. (O)