La sensibilidad del médico al entender que la muerte ventea su nariz en fatídico momento, es real y como médico y miembro de un país, atisbo certeramente que estamos frente a posible defunción de la sociedad y nuestra patria, Ecuador, que en las últimas décadas se volvió virulento y plagado de pústulas que le afiebran y postran.
Cuando intentamos diagnóstico y llegar a curar, debemos valorar determinados síntomas que nos llevan de la mano a presagiar que estamos en cuidados intensivos, librando dura batalla con pocas posibilidades de éxito y mejoría. Nuestro cáncer viene de lejos cuando nos engatusó la revolución ciudadana y sus hábiles delincuentes, que, mediante consignas perfectamente ideadas y engañosas, se tomaron todos los poderes del estado entre la jorga de maleantes que, confabulados, ocultaban sus delitos y trampas. Con la bandera del nacionalismo y patriotismo, fabricaron obras visibles en Montecristi, hoy abandonadas por que cumplieron su papel de distracción y deslumbramiento, mientras creaban una constitución a la medida para sus acciones y con ella, establecieron un muy bien y camuflado andamiaje para tener vía libre para sus enormes delitos, el peor de todos, legalizar bandas narco criminales que se asentaron en un país que les recibía y abría puertas de todas las maneras. Abrazos cariñosos y risueñas visitas de narcos delincuentes y lideres de grupos armados en el mismo Carondelet, allanaron la posibilidad de ser doblegados por el mal moderno de la droga, su consumo y distribución a nivel mundial. Con el mayor productor de droga como vecino, con puertos expeditos para el tráfico sin radares de control, fuera la base de Manta y la concupiscencia del correísmo que se mostraba en fotos con grandes sonrisas, abrazados y exponiendo la seña de cada banda delincuencial, queriendo decir que eran gobierno inclusivo y humano, claro que incluso ellos traficaban personalmente como pasó con las narcovalijas y la libertad del avión presidencial como camión de reparto. Hoy morimos con muerte cruzada y se viene el zafarrancho, donde ya se declaran candidatos a todas las dignidades, locos, mercenarios de guerra, hijos de millonarios y tontitos para presidente y otros para la fétida Asamblea, muerte cruzada que nos colocará en igual o peor circunstancia política que la pasada. Lo que deberíamos es convocar un plebiscito y derogar la mañosa constitución de Montecristi, donde podríamos sacudirnos del mal del correísmo, que fue y es una opresión planificada por anarquistas españoles y Chávez a la Cabeza. Yo y con mucho gusto, daría el ataúd para enterrar el correísmo podrido y delincuencial. (O)