Un par de días atrás, compartía un grato almuerzo con unos compañeros de laburo, unos tipos buena gente que, al igual que yo, no pueden dejar de hablar de política. Y en medio de la tertulia, conversando sobre algunos rasgos de nuestro anárquico, indócil y lindo pueblo, surgió una de las expresiones populares que a mi más me gusta: ¡Chulla vida!
Entrañable vocablo que viene a ser algo así como nuestro propio Carpe Diem, locución latina que invita a aprovechar la vida y sirve también como pretexto para hacer cualquier villanía que se nos pase por la cabeza. ¿Nos tomamos una cervecita? ¿Solo una? Nada que ver, parejo y hasta que el cuerpo aguante, además es viernes y el cuerpo lo sabe. O jueves, o martes ¡chulla vida! ¿Que el 24 de mayo, conmemoración de la Batalla del Pichincha, cae miércoles? Pues lo pasamos al viernes y conmemoramos la independencia de Armenia ¡chulla vida! ¿Estacionamos el carro en la acera, aunque corche al mismísimo tranvía? no pasa nada, un ratito nomás es ¿Qué las vías del Azuay no existen para el centralismo? ¿Qué viajar a Guayaquil por el Cajas, entre el lodo y la neblina, debería considerarse deporte extremo? ¡Pues vamos ahí! Con faro quemado y sin llanta de emergencia ¡Chulla vida!
Y el tema escala a la política sin duda. ¿Qué ya no nos gusta el presidente? Pues lo sacamos ¿Y la Asamblea Nacional ya que estamos en eso? Pues también se va. Y que regrese Correa y el Alvarito se lance otra vez que la séptima es la vencida. Y vamos ahí, a elegir presidente para año y medio al son del entrañable tema de nuestro insigne Máximo Escaleras: “aunque llegue de metido, siempre soy bien atendido… que chu que chu que chulla vida…”.
Esto junto al “¿quién dijo miedo?”, al “arrecho nunca muere…” y al “ya que ch…” de nuestro ya mismo ex presidente, son postales de nuestra gente que constituyen una filosofía de vida y reflejan a la perfección nuestra forma de ir por el mundo, así, sin miedo, sin medida, sin planes, sin esperanzas ¡puro valor criollo! ¡Chulla vida! ¡Chulla vida nomás tenemos…! (O)