La fiscal genera Diana Salazar siempre estuvo en el “ojo de la tormenta”.
Ha llevado casos emblemáticos con los cuales logró sentencias en contra de varios políticos, de dirigentes deportivos y de cabecillas de bandas criminales. Entre los primeros, de Rafael Correa, Jorge Glas, de exministros de Estado, de dos excontralores, del exdefensor del Pueblo. Tiene en vereda al expresidente Lenín Moreno.
El poder político siempre trata de convivir con la Justicia. Hace hasta lo imposible para “meterle la mano”. Su “independencia” es sólo un párrafo más en la Constitución.
Hay varios frentes para hacerlo. Incluso dentro de la misma Función Judicial, donde se libra una lucha de tronos y se responde a intereses turbios. Ni se diga ahora en el Consejo de Participación Ciudadana, integrado por “amigos” y exdefensores del exmandatario sentenciado y sus aliados.
Antes del cese de la Asamblea Nacional se decía: caído Guillermo Lasso irán por la fiscal general.
La denuncia de un “colectivo ciudadano” sirve de “patas de cabra” para removerla, bajo la acusación de presunto plagio de su tesis universitaria.
Fue llamada a audiencia pública por el Cpccs para responder por esa acusación. Ella, según declaró este jueves, no asistirá; pues ese organismo no tiene facultades para pedirle cuentas “de nada”.
Niega, además, la acusación. Se trata de una trama “con la intención de tomarse la Justicia”, dice.
La Universidad Central investiga el presunto plagio. De probarse, será un escándalo político de proporciones inimaginables. Si no es así, confirmará la existencia de un entramando para “bajarse” a la fiscal.
La Judicatura, pese a desmentirlo, tampoco se libra de esa pretensión. Un informe pedía destituirla, pese no tener competencia. Esto motivó la protesta del presidente de la Corte Nacional, Iván Saquicela.
El país sigue con preocupación la situación de Salazar. También con lupa y pinzas. Ojalá prime la verdad.