Muchas personas crecemos teniendo miedo a la oscuridad, quizás por nuestra incapacidad de percibir lo que hay alrededor en ausencia de luz. Pero ese no sería el caso si hubiéramos desarrollado adaptaciones para ver en la noche como algunos animales nocturnos. Los murciélagos, por ejemplo, tienen un sistema complejo del uso del sonido del cual dependen para cada actividad que realizan. Aunque es imperceptible al oído humano por ser ultrasonido, estos mamíferos voladores lo utilizan no solo para orientarse, sino para comunicarse entre individuos. Esta habilidad les permite advertir todo a su alrededor en total oscuridad al escuchar los ecos que rebotan hacia sus oídos cuando las ondas que hayan emitido chocan contra algún objeto.
Aunque las personas no tenemos esa habilidad, nuestras experiencias, habilidades y preferencias personales nos dan una visión única, y es gracias a esa diversidad que podemos contribuir al conocimiento desde perspectivas y vivencias individuales.