El anuncio de la candidatura suele ser uno de los momentos más trascendentales dentro de una agenda electoral. El discurso traza las líneas del mensaje político, permitiendo establecer diferencias con los adversarios y establecer la orientación política y estratégica que guiará la campaña. Hasta hace poco, la presentación de una candidatura solía ser un evento político cargado de simbolismo, con elaborados discursos pronunciados en enormes auditorios llenos de militantes. Sin embargo, en la era de la comunicación digital, las redes sociales y las democracias líquidas (que prácticamente han desaparecido), la presentación de una candidatura se ha reducido a una simple «selfie», confundiendo informalidad con improvisación.
El primer error radica en creer que, debido al formato mediático convergente o a la migración hacia el entorno digital, el discurso ha dejado de ser político. Nada podría estar más lejos de lo esperado de alguien que busca la movilización popular y la obtención de votos. El mensaje político es fundamental y no se reduce a un eslogan, un apellido diagramado o una animación web. Se trata de construir una plataforma política basada en la confianza y la cercanía, reconociendo la complejidad de los problemas que enfrenta el país y la claridad con la que se deben abordar. La tarea de comprender ese contexto y analizarlo dentro de la lógica política es mucho más compleja que tomar una cámara y editar una serie de videos para presentar siglas ordenadas en un acróstico. La oferta política no es suficiente si no se parte de la confianza en el vocero.
Finalmente, si se ha elegido el medio digital como plataforma para realizar la presentación formal de una candidatura, es fundamental avanzar en el terreno. La población, especialmente en Ecuador, sigue depositando su confianza en aquellos que conocen, en aquellos que les han sido recomendados por otros debido a que los han visto en persona. Las visitas, el contacto directo puerta a puerta, los recorridos a pie, siguen siendo recursos indispensables en el proceso electoral, especialmente en contextos híbridos como los de las sociedades latinoamericanas. Independientemente del tiempo que lleve la campaña, la verdadera competencia no se basa en la cantidad de retuits, sino en la capacidad de generar identificación y reconocimiento en la población.