Esta curiosa y simpática palabra, originada del quichua, ha sido tan usada en nuestro lenguaje coloquial que la Real Academia de la Lengua hasta la ha incorporado a su Diccionario. Se usa para calificar a “un candidato que no pretende el triunfo en una campaña electoral, sino impedir el de otro” (DRAE).
Desde hace mucho tiempo vemos que en nuestra política siempre intervienen los chimbadores y hacen un daño tremendo al sistema democrático pues impiden el triunfo de alguna persona con mayor aceptación del electorado y no pocas veces han sido culpables de la ganancia de uno pésimo. No alcanzo a comprender si son tan torpes que no se dan cuenta de que la gente ni siquiera les conoce en algunos casos o quieren mismo impedir el triunfo de otro que, al contrario, sea algo más popular y conveniente. Algunos quieren la plata de la campaña y satisfacer su vanidad.
Lo que tenemos en realidad son populismos que se presentan como de centro para atraer más votantes. Entre más de 280 movimientos políticos que, en definitiva, ofrecen casi las mismas cosas, pero sin ideologías reales, todavía hay quienes quieren crear más movimientos. Y además todos esos movimientos y partidos han dejado de lado, con toda desvergüenza, sus funciones principales como son la elaboración de programas de gobierno –y no solo listas de ofrecimientos cada una más populista- formación de cuadros para gobernar, instrucción de su militancia y así asuntos realmente importantes. Todos ellos, lo único que realmente hacen es resucitar para épocas electorales para ser alquilados, buscar sus candidatos, generalmente en base a la improvisación y a los negociados presentes o futuros. Candidatizar a los ex asambleístas es una ignominia.
Así es cómo la política se ha venido degradando al extremo de ser una de las peores en el mundo, con niveles de subdesarrollo realmente impresionantes y aterradores. Los candidatos que vemos en estos días reducen sus programas de gobierno a ofertas populistas y demagógicas y en ese campo es que el electorado tendrá que decidir por quién votar, un electorado que es también carente de preparación y de criterios sobre cuales escoger a alguien que sea adecuado para gobernar o para legislar. (O)