“y viene a ser mayor este milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón, estando tan si ella…”.
Releer el coloquio de los perros; los diálogos de Cipión y Berganza nos invita a un relato mediante el cual dos canes descubren que la vida es el aprendizaje de la decepción ante la naturaleza humana que tiende a su propia autodestrucción.
Hablar con discurso, pero sin razón, el uso populista de la demagogia es la plataforma de la oratoria como elemento de persuasión, pero vacío de contenidos, la demagogia como base de la adhesión política; es oficial, ¡ESTAMOS EN CAMPAÑA!
En tiempo de campaña la demagogia campea sobre el maniqueísmo, desde sus propias dinámicas cada candidato reclama, para sí y por sí, la representación del pueblo al que pretende entender y representar.
Maniqueísmo para provocar la división, demagogia para procurar la adhesión; los pilares del populismo marcan el ritmo de la campaña, una campaña que cubre y encubre el péndulo que nos mueve de un extremo a otro de las mismas decisiones, las mismas elecciones.
A cara y cruz, de derecha a izquierda, el péndulo de la demagogia como plataforma de la democracia nos aleja de la política como ciencia de la administración y gestión del contrato social en busca del progreso y bienestar social sustentable y sostenible en el tiempo; y, nos conduce por el laberinto de la política como pugna por el poder que cubre y encubre estructuras de reproducción del poder y exclusión social.
Las elecciones anticipadas nos convocan a la posibilidad de una bifurcación, una ramificación nos conduce por el camino del retorno a la política que queremos archivar y dejar atrás, la otra nos propone, desde nuevos actores son raíces en los viejos “patriarcas” nuevas alternativas de quizá tocar una puerta diferente…