Una novedad para las elecciones presidenciales del 20 de agosto es que la mayoría de los binomios tienen el auspicio de partidos políticos de los que no han formado parte; una situación que denotaría la falta de consistencia ideológica de los candidatos (as) y la crisis orgánico-política e ideológica de la mayoría de los partidos que, por esto mismo, tienen que buscar candidatos (as) de fuera de sus filas y, en algunos casos, opuestos a sus propios “idearios políticos”.
Claro, para justificar esto se acude a la frase de moda: la de que “las ideologías ya no existen” y, que lo por tanto, “todo vale”; un discurso de patente maquiavélica con la que se pretende legitimar el oportunismo, los cambios de camiseta y el “transfuguismo político”; algo que preocupa sobre todo en una coyuntura en la que, por la crisis a todo nivel que vive el país, lo que más se requiere es volver a dotar de principios ideológicos y de valores éticos a la práctica política.
En ese escenario “anti ideológico”, vemos a un candidato presidencial que funge de outisider y que, de manera simplista, nos promete dar seguridad con el puro uso de la fuerza y amparado en su experiencia de “mercenario”. Otro candidato que fue vicepresidente de Lenin Moreno y que renunció a su cargo en la etapa más dura que debió enfrentar el país durante la pandemia del Covid 19. Un tercer candidato que ha hecho del odio obsesivo a un ex presidente su mejor carta de presentación y que plantea como principal objetivo, en caso de ganar, seguir combatiendo a ese ex presidente. Un cuarto candidato, que fue el outsider en las elecciones de 2021 por sus actuaciones en tik tok y que fue acusado por Lasso de “evadir impuestos”. En ese mismo escenario estarían un candidato cuya mayor fortaleza es ser hijo del hombre más rico del país; y, otro que apenas es conocido como un ex dirigente rural.
Finalmente, y en un escenario en el no han negado tener una ideología de “centroizquierda”, estarían la única candidata mujer, escogida más por su grado de “lealtad” al líder de su partido antes que por su capacidad; y, el candidato que, aunque no tiene un partido reconocido, ha recibido el apoyo de partidos que, en los últimos años, han tenido una conducta signada por el oportunismo político. (O)