Todo fallecido es buenito. Los reconocimientos a una persona aumentan cuando ésta se va. Tendemos a perdernos, de la pareja, los padres o los hijos para entonces valorar y añorar lo que a nuestro lado estuvo y de pronto ya no más. Claro hay circunstancias en las que alguien no supo sentar presencia en su familia, faltó en lo material, y reprobó al dar amor, tiempo, dedicación. Puede ser un esposo o un padre ausente, pero también un hijo ingrato. Lo cierto es que las enseñanzas, las experiencias y el cariño, crecen y permanecen en la memoria gracias a los instantes compartidos. Así que, si aún tiene a quien respetar, ayudar, visitar y amar, hágalo en vida. No es tarde para dejarle saber cuánto le añora, le quiere, y le admira.
En vida, rindo homenaje a un conocido doctor en jurisprudencia llamado Pepito. Hombre sabio, de buenas costumbres, cabello blanco, barba acicalada y bendecidas manos para ejecutar sublimes melodías en el acordeón. Mucho podría decir de su vida profesional, títulos, premios a su grupo “La Tuna”, méritos y condecoraciones que hasta aquí ha recibido. Pero hoy destaco el ámbito sentimental que es raro expresar. Quiero enfocarme en su bondad y amor. Que sepa que es un buen ejemplo para nuestras generaciones y que ya en vida ha trascendido para nuestras familias y en nuestra sociedad.
Tiene vocación a la educación, la justicia, la música, la humanidad. Pero la materia más difícil que ha impartido es la paternidad. Me dio el arte a través del piano. Estuvo en cada momento de la escuela, los reinados, el trabajo y con prudencia, acompaña a mi familia. Desde pequeña me enseñó a diferenciar entre sabiduría e inteligencia, siendo la primera a la cual debemos buscar. Me mostró que la humanidad no existe sin compasión ni humildad. Me decía “mijita, hacer el bien simplemente está bien, pues las emociones solo son demasiado pasajeras.” Es un abuelito querendón y en el juego hace de personaje bueno aun sabiendo que, para terminar, el villano castigado por un superhéroe será. A veces es el Rey León, un perrito, o un oso gruñón. En vida papito, la gratitud de tus nietos también está aquí. Déjanos quererte mucho más, pero sobre todo déjanos vivirte para un legado eterno.
A ti Ottito, gracias por ser padre de amor presente para nuestros hijos. (O)