Recién nomás rendimos pleitesía a nuestra progenitora, la madre. Ahora, con igual gratitud y amor, a nuestro ascendiente, el padre. Y con el recuerdo del mío, Salvador, a todos quienes llevan el don de la paternidad, tan espinoso y a la a vez tan gratificante. Una verdadera profesión que, por cierto, es muy ingrata y está muy mal pagada: plena de dedicación, sin vacaciones, sin retiros, sin montepíos…, sólo con la esperanza de que un día caiga el hijo en la cuenta, y que ese día sea un poco anterior de la muerte.
Por ser los padres el muro de frontón en que los hijos van midiendo su fuerza y haciéndola crecer, son merecedores de un reverente saludo. En mi padre, que me transmitió el acato y amor incondicional a mi madre, el que me inculcó a respetar a los demás, el que me enderezó de mis errores concejos y beta en mano, en que me inculcó a la lectura… mi gratitud y mi recuerdo de todos sus actos buenos en este mundo, que en el otro sus errores habrán sido exculpados.
Ahora que tanto se habla de amor, por lo fácil que es repetir, lo hago con conciencia y sabiduría, asintiendo que el amor del padre es lo más sensible del ser, es el más puro y transparente amor, el solo amor verdaderamente amor. Es el perfecto amor, el puro, el desinteresado amor. Es el único que puede llamarse amor, libre de toda mixtura de elementos extraños a su esencia, que es la felicidad de sacrificarse por la felicidad de sus hijos.
Me he motivado a ocupar este espacio para saludar a los padres familiares, padres amigos, padres todos, y cuestionar a los anarquistas y existencialistas posmodernos en desbandada, quienes dicen que los padres debemos dejar al libre albedrío a nuestros hijos para que vivan inclusive en igualdad de género desde niños y otras aberraciones y afrentas a la misma libertad natural del hijo.
Asimismo, aconsejar a los jóvenes padres que lean la Carta al Padre de Frank Kafka, en donde el autor le recrimina a su padre por la rigidez que le marcó negativamente su vida, sumiéndole en un mundo de miedo e interrogantes que él no comprendía. Quizá la carta sirva pare desterrar la dominación, el poder absoluto o autoritarismo para marcar en el hijo el temor, la culpa, la imposibilidad, el prejuicio, la angustia, la soledad… (O)