Me gusta echar un vistazo a los diarios de la mañana para saber en qué mundo me desperté. De un tiempo acá trato de entender un dilema: los medios de comunicación informan todos los días de la existencia de tanta maldad porque es lo más relevante que debe ser conocido o porque quienes compramos información necesitamos y disfrutamos de la crónica roja.
El dilema revive en estos días. He llegado a pensar que existe una complicidad, no discutida, entre los hechos materia de una publicación y sus lectores. La pelotita está en la cancha de los lectores de El Mercurio. Ustedes me juzgarán por mis renglones que quizá soy también uno de ellos, critico y caigo en igual complicidad.
Lo que sucede es algo en extremo delicado, lo expongo sin ambages. Accidentes de tránsito, personas arrolladas, asaltos a mano armada, venganzas entre carteles mafiosos, carreteras que se hunden por mal construidas, candidatos ineptos para dignidades de servicio a la comunidad, impudicia verbal generalizada, atropellos a la dignidad humana, irrespeto inverecundo a la paz ciudadana y algo más, no están ausentes en la información de cada día. ¿El efecto de este ambiente social que se vive y que lo conocemos al ser publicado en diversos medios? Lo obvio no requiere de muchos renglones.
Es probable que hoy cosechemos los frutos de semillas nocivas a la vida social, sembradas en las últimas décadas. Las vidas humanas nacidas en este ambiente social deben tener entre veinte y cuarenta años. En las escuelas, en las universidades y en el entorno social esas jóvenes existencias aprendieron a vivir de espaldas a la ley, sin códigos morales, proclamando libertades ajenas al bien común y al decoro humano. Lentamente el insulto se convirtió en amenaza, la protesta en vandalaje, la astucia en degeneración, la libertad en libertinaje, el progreso en pillaje. El mal abandonó el recinto escondido de planificación para ser debatido y ejecutado frente a la sociedad con un desparpajo insólito. El quehacer político fue escuela de vandalismo en todo su ancho espectro y aquellos que un día llamamos valores humanos y valores cívicos pasaron al rincón de lo ignoto. Muchos años son necesarios para construir un andamiaje moral que en contados años puede ser destruido entre sornas y francachelas. Pocos aspirantes a ser elegidos en agosto tienen idea del Ecuador de hoy; les interesan sus chequeras y su camarilla, nada más. ¿Qué pasó al Ecuador? (O)