El planeta oculta hechos quizá y a veces para siempre como el ocurrido en un lugar apartado de la Siberia rusa y sentido en todo el mundo.
Una soleada mañana del 30 de junio de 1908, a las 07h17, un “objeto más brillante que el sol” a decir de testigos chocó contra el suelo en un sitio desconocido e ignorado llamado Tungushka, cerca del río Podkamennaya. Devastó una inmensa área de 2150 km2, hundió cerca de 80 000 000 de árboles y cientos de km más allá del sitio lanzó a los habitantes contra las paredes de sus casas, quebró los vidrios de los ventanales y volatizó al instante el bosque. La onda explosiva dio 2,5 veces la vuelta al mundo y sismógrafos tan distantes como el de Nueva York (al otro lado) la registró con intensidad de terremoto asolador sólo comparado con un estallido atómico (la primera bomba nuclear detonó en 1942) de 3 a 30 megatones de dinamita. Alzó tanto polvo que en el norte de Europa en las noches se podía leer el periódico y tomar fotos sin luz. Inicialmente se dijo que increíblemente no mató ni hirió ningún humano, posteriormente se calculó que al menos 5 personas sucumbieron a más de incinerar a muchos renos.
Que fue un meteoro, un cometa con cola de gas concentrado, un ovni, un micro agujero negro, una fracción antimateria y crecidas hipótesis fantasiosas a absurdas. El hecho fue ignorado y casi olvidado en un país postrado por el hambre y la política. Décadas después las investigaciones sólo reflejaron un cuadro caótico. En lo que parecía ser el centro de la explosión se levantaban restos de árboles calcinados inexplicablemente orientados hacia una misma dirección. No se halló radiación, cráter ni huella o rastro de detonación que cabría esperar de un desastre así. En alguna ocasión señalaron el hallazgo de pequeñas bolitas magnéticas incrustadas en los restos arbóreos, pero no hay certeza de ello.
Pese a lo avanzado de la tecnología actual, la ciencia no ha podido justificar menos explicar qué fue lo que pasó realmente esa mañana en la tundra siberiana rusa. (O)