Restos del sacerdote César Manuel Andrade reposarán en Cañar

En La Catedral de la Inmaculada Concepción la mañana de este jueves 22 de junio de 2023 se realizó una eucaristía en memoria de César Manuel Andrade Ochoa, sacerdote y vicario de Cañar, quien presenció al Sagrado Corazón de Jesús en la Hostia Consagrada hace 65 años lo que hoy se llama el “Milagro Eucarístico de Cañar”.

En la liturgia, presidida por monseñor Marcos Pérez Caicedo, se realizó la exhumación de los restos del sacerdote cuencano que será llevado a Cañar para su inhumación.

Monseñor explicó que, como una forma de que prevalezca la fe de los cristianos, hace 65 años se produjo el milagro eucarístico, «esto nos ayuda a pensar más en nuestra fe, a robustecer nuestra confianza en Dios, presente de manera especial en la eucaristía».

Alcalde de Cañar, Segundo Yugsi, dijo solicitaron a familiares y personal de la iglesia que sus restos regresen a la capilla de San Antonio donde se registró el milagro.

Familiares de César Manuel Andrade Ochoa acudieron a la eucaristía.

Así fue el milagro

Un martes 24 de junio de 1958 cuando, expuesto el “Santísimo” en la pequeña Capilla de San Antonio –a 2 kilómetros del centro cantonal-, repentinamente se hizo sensible ante los ojos y mirada de la gente “Un Cristo vivo y radiante en la blancura de la hostia consagrada” (¡… Panis Vivus…!).

Un Cristo Jesús con un rostro triste y agobiado, que mostró finas hileras de sangre provocadas por una grotesca corona de espinas o lágrimas que descendían por sus pálidas mejillas hasta terminar entrelazadas con una leve gesticulación de labios que dejó entrever a un sensible Jesús esforzándose por no caer en el llanto. Un ¡…CRISTO VIVO…! cuya larga cabellera se mantenía ligeramente agitada por la briza del viento.

Los hechos desarrollados entre el 24 al 30 de junio de 1958, permitieron observar, además, una repentina iluminación de la Custodia provocada por intensas luces multicolores desprendidas desde la parte inferior de la Píxide, que entrelazándose de arriba abajo provocaron desbordante resplandor que entretejió el asombro y admiración, con la angustia, pánico y desesperación, al pensarse, inicialmente, se había desatado un incendio.

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