Las candidaturas a la presidencia de la República están sobre la mesa. Y entre las muchas propuestas lanzadas al aire (unas más congruentes que otras), existe una que me parece fundamental: la posibilidad de una nueva Asamblea Constituyente. ¿Y porque razón? Pues porque nos permitirá sentar en el banquillo de los acusados, nada más y nada menos, que al centralismo estatal.
En efecto, el centralismo, antiguo vicio de la política, ha dejado de ser esa taimada e inconfesa rapacidad de los pasillos ministeriales, para convertirse en una política de Estado que pretende cargar sobre los hombros de los gobiernos territoriales el peso de los muchos millones perdidos en el despeñadero de la corrupción y la tremenda ineficiencia estatal, acumulando casi USD 1.700 millones en deuda a las prefecturas y alcaldías en todo el país. Y eso es algo que no se puede permitir. Menos aún desde un territorio que, en su calidad de polo indiscutible de desarrollo, aporta un promedio de USD 900 millones anuales al gobierno central, recibiendo a cambio un insultante promedio de USD 60 millones, equivalentes a unos humillantes USD 65 anuales per cápita.
Así visto ¿qué sentido tiene pertenecer a un modelo republicano y un Estado unitario que ofende la dignidad y olvida las necesidades de sus territorios autónomos? ¿No será acaso tiempo de repensar la función del Estado y la forma en la que comprendemos la administración del territorio? Y deberá ser en Cuenca, la ilustrada y altiva Cuenca, donde se han de levantar las voces en defensa federalismo, pues le corresponde por derecho histórico. En efecto, fue en Cuenca donde se incubó primero la idea de la república federal desde las plumas, serenas y distinguidas de Pío Bravo, Mariano Cueva y Benigno Malo.
Y es aquí donde lo volveremos a hacer. Lejos de las trincheras políticas y a la luz de la serena reflexión académica, será aquí donde discutiremos la figura de gobierno que mejor convenga al desarrollo de los pueblos. Y esa figura, para cada vez más ecuatorianos, pasa por la construcción de un modelo de Estado Federal que destierre, de una vez y para siempre, al agobiante centralismo… (O)