Un reciente estudio de opinión sobre el nivel de aprobación de los Presidentes de los países de América Latina, realizada por la encuestadora internacional Gallup, ubica al Presidente ecuatoriano Guillermo Lasso como el peor evaluado, con un 15 % de aprobación; una situación que sorprende, pues su nivel de aprobación es inferior al del polémico Presidente venezolano Nicolás Maduro, que alcanza un 19 %, y al del cuestionado Presidente Daniel Ortega, cuyo nivel de aprobación llega al 33 %.
Se trata de un resultado que, de alguna manera, corrobora las cifras de aprobación dadas a conocer en los últimos meses por varias encuestadoras ecuatorianas, que daban al Presidente Lasso un nivel de aprobación que no sobrepasaba el 15 %, y un grado de credibilidad de apenas un 10 %.
Se trata, por otro lado, de un resultado que se explica por una evidente mala gestión realizada por el Gobierno presidido por Lasso; lo cual a estas alturas ni siquiera muchos, de los que en su momento apoyaron su elección como Presidente de la República, lo niegan.
Más allá del exitoso plan de vacunación efectuado al inicio de su gestión y de la búsqueda de una cierta estabilidad fiscal, en todos los demás ámbitos de su gestión se ha mostrado una gestión fallida, a saber: en seguridad, en vialidad, en inversión pública, en reactivación económica, en riesgo país, en inversión extranjera, en empleo, en política social (léase salud, educación, vivienda, seguridad social). en eficiencia de los servicios públicos, en combate a la corrupción. etc. En este último aspecto, más bien, se ha denunciado al Gobierno por diversos casos de corrupción, como los casos “Danubio”, “Gran padrino”, “León de Troya”, la venta de cargos en ministerios como el de energía y agricultura, etc. Y todo esto en el marco de una constante improvisación, cambios frecuentes de altos funcionarios, incumplimientos de promesas y compromisos; amén de reiterados enfrentamientos con otros órganos del poder estatal, y de culpar a Gobiernos anteriores y a otras instituciones por el fracaso de sus políticas.
En definitiva, no se cumplió la expectativa de tener un Gobierno neoliberal o de derecha, pero coherente y eficaz. En la práctica parecería que, durante los dos últimos años, no hubo realmente Gobierno. (O)