Las compañeras y compañeros de la promoción del año 2012 en el excelente Colegio La Asunción de Cuenca recuerdan con gran cariño a Paulita Moreno, hija de Felipe Moreno y Catalina Sarmiento (+), por su especial carisma, talento y alegría, pero también por sus travesuras y ocurrencias.
Ella pensó que la Ingeniería en Minas en la UDA era la mejor carrera a seguir, para buscar y encontrar el oro, los metales preciosos ocultos en las montañas, entre las rocas y el subsuelo. Luego podría elegir a su esposo entre sus varios admiradores que le habían declarado su amor, tener una familia numerosa como sus padres y salir a anunciar a Jesucristo Resucitado, vencedor de la muerte, quien nos ama tal como somos.
Sin embargo, los versículos escritos en el Libro de Jeremías: «Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, ya te conocía. Antes de que nacieras, ya te había elegido para que fueras un profeta para las naciones», resonaban en sus oídos y corazón, cada vez con más fuerza. Ante la convocatoria de jóvenes para ir a los Seminarios, chicas para ir a los Monasterios en las Comunidades Católicas Neocatecumenales, ella fue la primera en pronunciar: ¡Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad!, siendo conducida al Monasterio de Santa Clara-Medina de Pomar en Burgos, España.
Sus amigos apostaban a que la chica intrépida no duraría más de tres meses de encierro. Todos nos equivocamos; transcurrieron rápidamente 1, 2, 3, 4, 5 años y ya recibía los hábitos y votos temporales. Luego los votos perpetuos a los diez años en una hermosa ceremonia de trascendencia decisiva para reafirmar definitivamente su consagración a Dios para siempre, en aras de una auténtica caridad, al servicio de Cristo en los hermanos.
Alguien podrá pensar que en un Monasterio «solo se reza», olvidándose del mundo y de los demás. El lema es “Ora, lege et labora”, es decir, «reza, lee y trabaja», tanto para la sustentación como para ayudar a los necesitados del barrio y, sobre todo, para iluminar al mundo, que está perdido en sus ideales de dinero y poder. ¡Estos votos perpetuos deberían alegrarnos a todos los cuencanos, ya que son una clara evidencia de que el amor de Dios lo llena todo y que la alegría está en el servicio! (O)