A medida que avanzan las semanas las candidaturas y sus equipos de campaña comienzan a consolidar acciones y mensajes. Aunque aún no se ha confirmado la fecha de inicio oficial de la campaña electoral, las redes sociales, las cuales no están sujetas a regulación, se han convertido en el canal principal a través del cual las diversas candidaturas han volcado sus esfuerzos por captar la atención y el interés de la ciudadanía.
Con el tiempo como el principal enemigo, los esfuerzos comunicacionales se centran en apelar a las fibras emocionales de los votantes con el fin de lograr recordación, es decir, la capacidad de volverse memorable. Emociones como el miedo, la rabia, la nostalgia, la ternura son algunos de los sentimientos que experimentan los votantes como resultado de la exposición a los mensajes electorales. Los expertos publicistas le agregan a cada pieza comunicacional creatividad, en algunos casos incluso de humor, ya que estos elementos son eficaces vehículos narrativos.
Dado que las emociones son la prioridad en el ámbito comunicacional, el desarrollo de las propuestas se reduce a intervenciones públicas con mensajes ambiguos y evasivos frente a temas trascendentales, como la economía, el medio ambiente o incluso una simple explicación en tres pasos sobre cómo cumplir con la promesa. Adentrarse en una conversación más profunda podría ser considerado una exposición peligrosa, ya que implicaría el riesgo de perder el foco en el mensaje central o, aún peor, cometer un error al dar una respuesta desactualizada o carente de rigurosidad técnica.
Así las cosas, dependerá de los medios de comunicación, tradicionales o digitales, exponer los trasfondos de las propuestas electorales. A través de su escrutinio, deberán insistir en las pruebas que respalden las promesas emitidas y exponer la diversidad de temas que se deben considerar si la clase política desea el favor de la voluntad popular. Ahí radica la clave de esta corta campaña electoral.