A la muerte, no se la quiere mentar, menos tenerla cerca. Sin embargo una vez que nacemos, irremediablemente llegará el día en que moriremos. Pensar, hablar o reflexionar sobre la muerte, causa escozor, más aún si se habla de la buena muerte, es decir de la eutanasia (del griego: eu – bueno y thanatos – muerte).
La muerte nos enfrenta al dolor de la pérdida, sin importar las circunstancias en que se produzca, aunque en muchas ocasiones, puede ser el bálsamo necesario para quien padece una enfermedad o una condición que le provoca un sufrimiento físico o psíquico insoportable e irreversible; para esos casos 7 países en el mundo han legalizado la eutanasia.
El escritor peruano Gustavo Rodríguez, en su novela Cien Cuyes, elimina con su prosa lo truculento del tema, apelando a la empatía e incluso a la caridad, pues el derecho a una vida digna –en mi opinión- debe corresponderse con el derecho a una muerte digna.
La eutanasia debe incorporarse -más temprano que tarde-, en la agenda pública. (O)