La virulencia con que se expresan ciertos voceros(as) políticos en el Ecuador demuestra de manera contundente el sórdido legado de una dirigencia empecinada en mantener la canonjía de casta en el poder -a través de las urnas-, y las contradicciones de clase en el entramado por encausar a las mayorías en el bienestar y la justicia.
El sector afín al modelo conservador ha demostrado su ineptitud para el manejo de la Cosa Pública, con Guillermo Lasso, y pese a este rotundo fracaso respecto de la administración gubernamental, hoy se disemina a través de candidaturas variadas en una desesperada boya de salvación. Es que es ese mismo poder el que pretenden sostener los grupos corporativos en la esfera política, ya que no hay que olvidar que desde la economía y los medios de producción las minorías reinantes jamás han perdido un ápice de sus prebendas, a lo que habría que añadir su directa injerencia en la prensa comercial como detentadores de la misma, trinchera desde la cual sostienen estrategias mediáticas en defensa del establishment.
La historia relata la acuciosa relación entre políticos, militares y el clero, en sospechosas alianzas que consolidaron beneficios mutuos extendidos por nuestra América. Tales nexos -a ratos inextinguibles- han renegado a propósito de la consolidación contemporánea de regímenes de izquierda. Y no es para menos: sus apetecidos intereses grupales son examinados y regulados por el visor estatal con la sola intención de reencauzar por un camino de mejoramiento colectivo. De aminorar distancias entre pudientes y pobres. De redistribuir la riqueza con sentido equitativo.
Entonces a partir de un reacomodo de fuerzas, se ensayan mecanismos agitadores de desequilibrio social, arengando a las libertades, cuando -paradójicamente- en gobiernos de derecha la exclusión, prepotencia y persecución fueron elementos consustanciales para el deterioro de las facultades abiertas de pensamiento y opinión. Es más, en períodos aciagos del jugoso dispendio del mercado no hubo apertura sensata para la reivindicación de las garantías constitucionales y el cabal respeto a los derechos humanos, lo que ahora se conocen como conquistas ciudadanas. (O)