La estrategia que prevé escenarios, se adapta a ellos y también los construye, es indispensable para la consecución de los objetivos que se plantean individuos, organizaciones y sociedades. Sin embargo, uno de sus elementos, la astucia, podría imponerse a los otros que se relacionan más con la prudencia, la previsión, la integridad y la dignidad, conceptos que para muchos podrían parecer intrascendentes, antiguos, sin valor ni vigencia en la contemporaneidad.
En el escenario de aplicación desenfadada de la estrategia –en este caso de una dominada por la astucia- a la convivencia social, podría asumirse como legítimo el forjamiento de amistades y de relaciones con el objetivo de utilizarlas para alcanzar objetivos que previamente se han propuesto. Así, por ejemplo, los amigos adquieren esa condición, solamente por su valor como instrumentos para estar en el medio social deseado y ahí prosperar. Este comportamiento está conectado con otros que le acompañan, definiendo el carácter y la personalidad de quienes lo practican, indeleblemente marcados por sus actitudes taimadas y poco dignas. Se aporta así a la construcción de espacios sociales dibujados por la apariencia, que, aunque falsa es cuidada con esmero y, a la vigencia de todo un abanico de actitudes que sacralizan a lo externo y banal, relegando a un plano secundario a lo digno y honorable. Es el culto de la hipocresía y de las relaciones ficticias.
En la orilla opuesta a la de la simulación, se encuentran formas de vida marcadas por la búsqueda del honor, la sencillez y la humildad que, sin demasiadas o ninguna divagación intelectual, caracterizan a los mejores espíritus que saben que el valor de una persona está dado por recorrer esos caminos que construyen vidas armoniosas y compatibles con la sostenibilidad colectiva. (O)