Banalización de la política

Por alguna extraña razón, ciertos consultores sugieren a sus clientes que al afirmar que no son políticos podrán obtener más votantes.  Si bien es innegable que la clase política ha perdido prestigio, la gente, como mencionó el estratega Decio Machado, “demanda otra política, no la ausencia de política”.

La evidencia del error sobre la banalización del discurso político es patente en los esfuerzos de comunicación.  Además de insistir en evitar responder sobre ideologías o no hacerlo con argumentos solventes ante debates políticos (algo extraño para quienes aspiran espacios de gestión política), los políticos insisten en reducir el discurso a expresiones repletas de lugares comunes, imprecisiones y ambigüedades. 

Asimismo, las producciones audiovisuales se esfuerzan por representar imágenes que se adhieren a los códigos publicitarios, que reducen el debate profundo a una mera representación de simpatía o una coreografía, dejando de lado el argumento, el proyecto o la propuesta más detallada.

Confundir el desprestigio de la clase política con el rechazo al discurso profundo y honesto es un error.  No se trata de entregar arengas disruptivas, sino de demostrar franqueza y preparación ante la posibilidad de ser elegido.  Negar la procedencia o la ideología no garantiza una gestión eficiente, por el contrario, pone en duda la orientación de sus acciones, y la importancia que se le da a la toma de decisiones. Los enfoques en el servicio público son políticos y, por lo tanto, deben exponer sus preferencias ideológicas para que la ciudadanía pueda tomar una decisión basada en estas orientaciones. Lo contrario solo genera mayor confusión y retrasa la decisión del voto.

Cualquier aspirante a político debería responder de manera concreta un cuestionario que aborde su línea ideológica, su perspectiva sobre temas ecológicos, la producción y la generación de riqueza, la defensa de derechos y libertades.  También debería exponer su propuesta en cuanto al tamaño del Estado, el desarrollo económico y la distribución de los recursos, así como su postura sobre la deuda social y el equilibrio fiscal. ¿Apoya o no el Yasuní? ¿Cuáles serían sus relaciones internacionales con China, la Unión Europea, Venezuela y Estados Unidos? ¿Cuál es su postura en materia de seguridad, la portabilidad de armas, los derechos de la Fuerzas Pública y el tratamiento a las personas privadas de libertad?

Aquel que afirme no ser político no podría responder a este temario, pues requiere una postura ideológica, y eso es precisamente lo que se espera de alguien que aspira a ocupar algún cargo en el Estado. Se necesita una deliberación profunda de ideas, no una banalización del discurso. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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