El arte de curar

Hernán Abad Rodas

La motivación primigenia de la medicina ha sido, es y será, el combate permanente al dolor y a la enfermedad. En los albores de la humanidad fueron los shamanes, brujos, magos y adivinos, los que cumplían estas funciones.

Por cierto, la medicina debería ser un arte para curar. La dignidad del médico exige que éste, de prioridad al objetivo de prestar servicios a sus semejantes y no únicamente el de ganar el sustento para sí y su familia. Claro está que el aspecto económico y secundario de una profesión liberal es no sólo legítimo, sino también necesario.

El objetivo del estudio y práctica de la medicina es la salud del cuerpo y del espíritu humano, porque la ética en la ciencia médica merece profunda atención. La ciencia médica occidental ha realizado pasmosos progresos, el trasplante de órganos internos y el reemplazo de órganos por reproducciones artificiales, están a punto de convertirse en cuestiones de práctica general.

A medida que aumenta el poder de la ciencia médica para controlar y curar las enfermedades físicas o psíquicas, la manera en que los médicos emplean sus conocimientos se hace una cuestión de interés general cada vez mayor.

La medicina actualmente bien usada, puede aportar enormes contribuciones a la felicidad humana; pero mal usada, destruye la vida.

El país tuvo, por diez años, un gobierno AUTOCRÁTICO que arremetió contra varias organizaciones, entre ellas, el gremio médico, al que atacó con saña y mala fe:  expulsó, con maltrato de la fuerza pública, a excelentes profesionales y profesores experimentados, por el “delito” de haber cumplido 65 años y los remplazó con médicos, extranjeros, muchos de ellos, mal preparados, formados en cursos fugaces, más políticos que científicos, les confirió licencias de trabajo con la misma rapidez con que negaba a los aspirante ecuatorianos. Suspendió los cursos de postgrado para especialistas y privó de ellas a nuestras casas de salud.

Estimado colega, recuerde usted que, el Capo Correa ordenó la clausura de los colegios y de la Federación Nacional de Médicos. Es inexplicable que existan médicos que, por prebendas recibidas o esperadas, traicionen a su gremio y manifiesten su respaldo a este grupo delincuencial que aspira a toda costa tomarse nuevamente el poder para continuar el saqueo de nuestro vapuleado Ecuador.

Convengo en que un médico sin alguna creencia religiosa o filosófica sobre la vida humana, la ética, la libertad, la dignidad, y sobre el universo en el que se encuentra la humanidad; no puede desempeñar de manera espiritual y éticamente conveniente su profesión.  (O)