Fauna diversa, senderos en medio de la naturaleza viva, paisajes de película: no hay una sola palabra ni un solo adjetivo para nombrar a Galápagos, las islas encantadas del Ecuador. Y es que el archipiélago cuenta con un sinfín de atractivos que funcionan como imán para todos aquellos que lo visitan.
El espacio, que se expande en medio del océano Pacífico, guarda un tesoro que hoy en día se lo puede mirar y vivir a través múltiples opciones. Cualquiera que se escoja, al final lo llevan a adentrarse a la magia que exhibe las islas.
Diario El Mercurio tuvo la oportunidad de visitar algunos de los lugares insignes que se extienden en San Cristóbal y Santa Cruz, dos de las islas más famosas de la zona icónica de los ecuatorianos.
Playas
Si hablamos de agua, es redundante hablar de Galápagos. Sin embargo, sus playas son parte de los sitios icónicos, que es imposible no mencionarlos. Hablemos algunos de ellos.
Empecemos por San Cristóbal. En este espacio hay tres playas hermosísimas. La primera, y quizá la más famosa, es Playa Mann. El lugar, aunque es pequeñito, expone un paisaje en el que priman los lobos marinos.
Allí, además, está una zona en donde, por lo general, los visitantes almuerzan y beben mientras el sol avanza hacia el agua.
Un segundo espacio, si bien es menos concurrido porque en el agua sobresale la piedra negra que limita el acceso al mar, es Punta Carola. El lugar cuenta con un faro que sirve de compañía para ver el atardecer.
Punta Carola es propicio para extender una toalla sobre la arena, acostarse y meditar.
Un tercer lugar se halla en La Lobería. La playa, cuya extensión permite disfrutar de caminatas largas, da para desconectarse y descansar. En el agua del sitio se puede hacer snorkel y nadar con las docenas de lobos marinos.
Continuemos en Santa Cruz, la isla que tiene dos playas afamadas: Tortuga Bay y Puerto Chino. Su arena blanca y su mar que pasa de la tranquilidad a la braveza o viceversa encienden los ojos de quienes los ven.
Eso sí, hay que caminar y caminar para alcanzar las playas, porque Galápagos, a más de su naturaleza, se caracteriza por sus senderos largos.
Sitios
Si el agua salada y la arena que se pega al cuerpo cansan, las islas tienen otros espacios que se impregnan al visitante ni bien los pisa.
En San Cristóbal, por ejemplo, está el cerro Tijeretas, desde donde se puede observar gran parte de la isla, así como el famoso León Dormido, la roca gigante que reposa en el agua.
En Santa Cruz, en cambio, están Los Gemelos, dos hoyos que se formaron cuando había actividad volcánica en la isla. Los caminantes pueden ver a ambos agujeros desde unos senderos en cuyos alrededores se alzan los árboles de scalesia, género endémico de Galápagos.
A estos se suman las icónicas grietas, que se ubican en el barrio Punta Estrada. Gracias a la división de la piedra, el agua cristalina reposa en el lugar, por lo que es difícil saltarse el espacio que permite nadar con los peces.
Para rematar están disponibles los túneles que se formaron por la lava que corría debajo de la parte alta de Santa Cruz. Los visitantes pueden caminar por una vía subterránea que se extiende por metros y metros.
Fauna
Las tortugas. Faltan palabras para explicar sobre lo que significan estos bellos animales que pueden ser vistos en las reservas y en los ranchos. Pequeñitos, grandes; jóvenes, longevos. Admirarlos debe ser parte de una de las cosas que se deben hacer, por lo menos, una vez en la vida.
No se diga si hablamos de los lobos marinos. Su carácter, sus poses, sus miradas atraen. Los animalitos se hallan en varias partes de Galápagos, pero principalmente en San Cristóbal.
Las iguanas tampoco faltan. Quietas como una piedra dejan ver su piel de dinosaurio. El réptil, en un principio, puede asustar. Sin embargo, si se les pierde el miedo, son una excelente compañía mientras se anda por la arena. (I)