No obedezcas esta orden

Sebastián Endara

No obedezcas esta orden, porque si la obedeces la cumples, pero si la desobedeces la cumples. “No obedezcas esta orden” debería ser la nueva máxima tallada en el frontispicio del Oráculo de Delfos que antiguamente decía “Conócete a ti mismo”. Desprovistos de los canales reflexivos para acceder a la estructura de la subjetividad, y educados y acostumbrados al poder que nos direcciona y conforma; solo un imperativo aporíptico nos obliga a enfrentarnos con nosotros mismos.

Aquí una hipótesis: el pensamiento crítico no se enseña. El pensamiento crítico tan caro a la democracia, la innovación y al progreso, solo es posible si estamos enfrentados a situaciones límite que obligan a reconfigurar la lógica, la ética y la política, bajo nuevos parámetros. Esos nuevos parámetros significan una ruptura con el orden. En el ámbito de la educación, esa ruptura implica el desapego a lo que es, para situarse en las posibilidades del deber ser, la imaginación, las figuras ideales, y luego el retorno crítico y transformador de la realidad. Pero la escuela, absolutamente positivista, positiviza incluso el pensamiento crítico, instrumentalizándolo y despojándolo de sus implicaciones negativas que rechazan el mundo, incluso en sus variaciones alternativas.

Solo queda la condescendencia política de un totalitarismo que se ejerce en las fórmulas del pensamiento práctico y de la evidencia fáctica, que tornan imposible la lateralidad y la otredad por considerarlas un absurdo. Pero hay algo más, este pensamiento totalitario, tal como lo dijo Hannah Arendt, no busca la dominación despótica sobre las personas, sino que las personas sean superfluas (que no sean necesarias porque están demás). (O)