Los mismos corruptos de ayer y de hoy hablan de corrupción de sus adversarios o autoridades que los sancionan de conformidad con lo que dicta la justicia. Estas personas, a la luz de la Escuela freudiana, actúan por un mecanismo de defensa, es decir, por procesos que la persona pone en marcha, de forma principalmente inconsciente, para protegerse de ciertas emociones o pensamiento que les causan malestar en la propia autoestima, integridad, moralidad o deseos propios.
Del decálogo de mecanismos de defensa de los que habló Freud está el de Proyección: componente inconsciente de estos malandrines que tienden a atribuir (proyectar) sus propios pensamientos, motivos, sentimientos o acciones que hicieron en el pasado y ahora endilgar a otra persona y así protegerse de ciertas emociones y que se los juzgue como manda la moral, la ética y la justicia.
Esto pasa no sólo en el caso del supuesto plagio de la tesis de la FGN, doctora Diana Salazar Méndez, sino de otros casos de corruptela que se han dado en la administración pública. La sucia política busca en los escondrijos más recónditos de la vida de su adversario para llevarlos al mismo albañal de sus pecados. El tema del plagio de la tesis doctoral de la Fiscal ha sido desmentido por las autoridades de la Universidad Central, donde obtuvo su título.
La corrupción campea por todas partes y por más que la prensa honrada quiera hablar en positivo, se hace imposible porque la peste contra la moral pública amenaza con infectar a todos. De ahí la imperiosa necesidad y responsabilidad ineludible de los medios de luchar sin rendición en contra de esta lacra social, desde todo frente, en cualquier lugar y sin amilanamientos. Sólo así se contribuirá a evitar que esta patología moral epidémica se vuelva pandémica.
Si se deja las cosas tal como se difaman, los desalmados conseguirán que la fermentación del mal tome cuerpo hasta que todas las estructuras civiles y democráticas entren en el mismo foso de las alimañas. De ahí el adeudo de la Fiscal de contrademandar a los falsos y poner precedentes a este tipo de atropellos a la ley y al buen nombre de las personas. Y esto vale para la una y otra orilla de fanáticos, a quienes hay que recordarles que las idolatrías siempre acaban destruyendo al ídolo que veneran; pues detrás de toda idolatría se agazapa el nihilismo. (O)