Están de plácemes los que en calidad de candidatos a diversas dignidades de elección popular se alistan para esa ignominiosa feria en la que tratan de engañar lo más posible a los ciudadanos y conseguir su voto para los centenares de cargos y también el dinero que en miles de miles de dólares el Estado regala, dizque para la campaña electoral.
Ya habrán conseguido “elaborar” los tales planes y programas para el ejercicio de las funciones a las cuales aspiran, ya sea copiando documentos previos de otros o plagiando de Internet. Así van a pretender cumplir una exigencia de las que se hace a tales fulanos. Seguramente nadie piensa cumplir esa cantidad de ofertas, solo quieren cumplir una aspiración suya, y punto. Quieren ser candidatos para participar en el reparto del fondo electoral y luego en los pingües negocios y negociados del cargo, que son la meta más anhelada.
Llega la hora de ofrecer “el oro y el moro” a cambio de conseguir los votos. Ofrecer terminar con la corrupción, la violencia, el narcotráfico y la pobreza, subir el salario básico, dar trabajo a los desempleados, llenar de medicinas los hospitales y aumentar el personal de salud de modo que nadie tenga que esperar meses para los turnos de atención médica, construir nuevos hospitales con todo lo necesario. Que las escuelas, colegios y universidades, no volverán a carecer de nada. Carreteras de primera clase, puentes, terminales terrestres, etc. etc. ¿Por qué no ofrecer todo lo que pueda significar votos de esa gente que no entiende de nada más que de ofertas? ¿Qué se pierde ofreciendo todo cuanto crea necesitar esa gente? Al final de cuentas una vez terminada la feria es seguro que casi ni recuerdan de la palabrería y de las ofertas y si reclaman ya hará forma de volver a engañarla: es fácil echar la culpa a las administraciones anteriores, al imperialismo, al capitalismo, o a cualquier otra cosa. Nada se pierde con ofrecer todo y después apelar al “yo ofrezco, busquen quién les dé”.
Los ex asambleístas, sin la menor vergüenza ya están listos para participar en la feria y decir nuevamente toda su vacua palabrería con tal de volver a esos sillones en los que nada se hace, pero sí se gana buen dinero. (O)
